Mario Ramírez Granados, Abogado.
“Lo único que no sigue la regla de la mayoría es la conciencia de la persona”
Harper Lee, Matar a un ruiseñor
A mediados de los años cincuenta, la escritora Harper Lee publicó una novela única: “Matar a un ruiseñor”. La novela describe las vivencias de la joven Jean Louise Finch (Scout) en Maycomb, un pueblito en el sur rural de Estados Unidos a principios del siglo XX, donde vive con su hermano mayor, Jem, su criada llamada Calpurnia y su padre, Atticus Finch, un abogado de pueblo cincuentón, quien lleva los casos de la mayoría de los habitantes del pueblo.
El libro transcurre entre las vivencias de Scout y Jem que tratan de conocer a un vecino sobre el que el pueblo ha construido una serie de leyendas urbanas: Boo Radley, y un caso de aparente violación, que debe ser defendido por Atticus Finch. Conforme avanza la trama, se revela que la supuesta denuncia está basada en un caso de racismo institucionalizado
Matar a un ruiseñor se convirtió en un libro de texto de las escuelas norteamericanas que contribuyo a sensibilizar al público acerca de los horrores del racismo y contribuyó a los cambios que vendrían durante los años sesenta y setenta. Desde su escritura aparentemente sencilla, escrita desde los ojos de una mujer adolescente, se introducen temas profundos como la discriminación, el abuso sexual, el fin de la inocencia y el coraje moral.
El coraje moral es representado en la novela por Atticus Finch, que trata de entender el mundo, poniéndose en la piel de la otra persona, lo que lo lleva a involucrarse, aunque sea a contracorriente del resto de la gente alrededor.
Tal vez ahí este el mérito de esta novela, que se convirtió en un testimonio del racismo institucionalizado durante el siglo XX, y que tristemente aún perdura en la construcción de otros amenazantes.
La novela fue uno de los primeros ejemplos del papel contra mayoritario del derecho, frente a las grandes mayorías que tratan de invisibilizar el punto de vista y las luchas de las minorías.
El papel del derecho como garantía contra mayoritaria
Las sociedades contemporáneas no son muy distintas del pueblito de Matando a un ruiseñor”, nuestras sociedades oscilan entre pánicos morales, es decir situaciones que escandalizan a amplios sectores en forma generalizada, ante un acontecimiento que es presentado como atroz y amenazante, como un síntoma que puede ser replicado por otros, generando una situación de contagio.
Desde ese punto de vista, las salidas para estas situaciones de peligro consisten en excluir o extirpar de la sociedad aquellos elementos que amenazan su continuidad, para lo cual recurren a la construcción de chivos expiatorios, de personas que merecen el castigo.
Frente a la corriente dominante, se erigen unos pocos individuos, como Atticus en la novela, o grupos que fungen en la sociedad como anclas morales, frente a los consensos que se generan a partir de los pánicos morales. La función de estas anclas, como en la novela, es visibilizar a las personas detrás de los chivos expiatorios, de exponer sus puntos de vista y tratar de devolverles su dignidad.
En el tiempo presente este rol de contrapeso lo vienen realizando las cortes judiciales, como arena de lucha que trata de visibilizar los intereses de las personas o grupos en pugna en un conflicto y fungir como una balanza que trate de dar a cada uno lo suyo.
La migración como drama de nuestro tiempo
En nuestros días, el nuevo chivo expiatorio de los prejuicios son los migrantes y desplazados, personas que por situaciones económicas o políticas se ven obligadas a salir de su país de origen y que en un contexto de origen son culpados de generar problemas como la saturación de los servicios públicos o la proliferación de ciertos tipos de delitos, para lo cual se buscan salidas fáciles como la deportación expedita argumentado normas de excepción.
Lo que sucede hoy en los actuales EEUU es un caso que toma relevancia mundial en un momento en que existe un cuestionamiento generalizado a las instituciones, especialmente aquellas que tienen un rol contra mayoritario, y donde los representantes de la aparente mayoría exigen que el resto de las instituciones compartan su punto de vista.
Se trata de un momento especialmente difícil para la Corte Suprema y otros tribunales que tienen a cargo la difícil tarea de la defensa de derechos fundamentales, que implican que el debate público no se concentre solo en la sede judicial, sino que pueda dar una voz propia a los afectados con este tipo de políticas, no solo en los espacios de opinión tradicional, sino en las mismas redes sociales. Como en la novela de Lee, es tiempo de preguntarnos a nosotros mismos ¿de qué lado de la historia queremos estar?