MUJER
Las multitudinaria recientes manifestaciones del reciente 8 de marzo dejaron un mensaje claro en las calles de Costa Rica: las mujeres y la sociedad en su conjunto están hartas de la violencia, del femicidio y de la indiferencia estatal. La multitudinaria manifestación no solo exigió justicia, sino que también expuso la frustración ante un gobierno que ha desmantelado programas e instituciones que protegían los derechos de las mujeres.
Nada de esto es una sorpresa. Desde la campaña electoral era evidente que una administración encabezada por un hombre con antecedentes de acoso sexual no traería nada positivo para las mujeres del país. Su discurso siempre estuvo cargado de desprecio, burla y minimización de la lucha por la igualdad. Sin embargo, una parte del electorado optó por ignorarlo y hoy se viven las consecuencias de esa decisión.
Lo más alarmante es que, a pesar del evidente retroceso en derechos y protección, aún hay mujeres que siguen apoyando a la actual administración. Las encuestas reflejan que una parte de la población femenina mantiene su respaldo a un gobierno que ha mostrado un claro desprecio por su bienestar y seguridad. Este dato es una advertencia preocupante: si no hay un cambio de conciencia, el país corre el riesgo de repetir la historia.
No se puede seguir permitiendo que el voto femenino sea cómplice del populismo y la misoginia. Es fundamental que las mujeres en Costa Rica analicen las consecuencias de sus decisiones y no vuelvan a llevar al poder a quienes han demostrado que no solo ignoran sus derechos, sino que activamente trabajan para debilitarlos.
El próximo proceso electoral debe marcar un antes y un después. Nunca más un misógino, nunca más un autoritario con el apoyo de las mujeres. Es momento de que la voz femenina en la política sea una herramienta de cambio real y de que aquellos que menosprecian su lucha no vuelvan a gobernar.