POLÍTICA
En el proceso de inscripción de precandidaturas presidenciales dentro del Partido Liberación Nacional (PLN), Miguel Guillén ha enfrentado severas críticas por un manejo percibido como carente de transparencia e imparcialidad. Su actuación en las últimas asambleas generales también ha generado controversia, al ser señalado por ejercer presiones en favor de tendencias específicas dentro del partido. Además, su designación como secretario general, impulsada por el expresidente Óscar Arias –quien ahora respalda la precandidatura de Álvaro Ramos–, ha intensificado las críticas hacia su gestión.
A estos señalamientos se suma su incapacidad para cumplir funciones esenciales durante su gestión. En dos años, Guillén no logró constituir las comisiones estatutarias establecidas por el partido, una omisión que resalta su falta de capacidad organizativa. A esto se añade su deteriorada relación con el presidente del PLN, marcada por tensiones personales que han dificultado la toma de decisiones estratégicas en momentos clave para el partido.
Guillén también carga con un historial de irregularidades que cuestionan su integridad. En 2006, se vio obligado a renunciar como director ejecutivo del Consejo de la Persona Joven (CPJ) tras ocupar el cargo sin cumplir con los requisitos básicos. Según documentación oficial, Guillén no poseía el título universitario ni estaba incorporado al Colegio de Abogados de Costa Rica, lo que le permitió percibir casi ₡4 millones en salarios indebidos. Cuando se le solicitó presentar la documentación correspondiente, alegó que esperaba el regreso de sus títulos desde Europa, una versión desmentida por investigaciones del Colegio de Abogados y el Consejo Nacional de Rectores. Además, durante el proceso para recuperar los fondos públicos, Guillén ignoró las convocatorias, lo que obligó a las autoridades a trasladar el caso a la Oficina de Cobros del Ministerio de Hacienda.
A pesar de este historial, Guillén fue electo secretario general del PLN, un nombramiento que ha provocado descontento y desconfianza dentro y fuera del partido. Su liderazgo ha sido incapaz de responder a las demandas de transparencia y renovación que exigen las bases liberacionistas. Su promesa de renunciar tras la reciente debacle electoral, en la que el PLN perdió 14 alcaldías, sigue incumplida, lo que ha intensificado las críticas y la percepción de falta de coherencia entre sus palabras y acciones.
Para algunos la permanencia de Miguel Guillén al frente de la secretaría general del PLN representa una amenaza para la estabilidad y el futuro del partido en un momento crucial. Su historial está plagado de cuestionamientos éticos, desde ocupar cargos sin cumplir requisitos hasta manejar fondos públicos de manera opaca. Además, su incapacidad para liderar con transparencia, cumplir con responsabilidades esenciales y mantener relaciones constructivas con otros dirigentes ha erosionado la confianza de las bases del partido. Liberación Nacional no puede permitirse continuar bajo el liderazgo de una figura debilitada y controvertida, especialmente en vísperas de un nuevo proceso electoral. La renovación y reconexión con la ciudadanía dependerán de decisiones claras y de un cambio que se aleje de prácticas que han debilitado al partido en los últimos años.