Enrique Castillo, Abogado y Sociólogo
Nuestro querido Mercado Central, fundado en 1880, es más que un lugar para comprar verduras. Es un símbolo vivo de nuestra cultura, un verdadero ícono del país que cuenta con la declaración de Patrimonio Cultural. Durante sus inicios, fue uno de los motores principales de la economía josefina, siendo el corazón de las transacciones comerciales de aquél tiempo, recordemos nuestros orígenes productivos, profundamente ligados a la agricultura.
Además, fue cuna de dos grandes personalidades costarricenses, quienes, con esfuerzo y dedicación, labraron desde humildes labores, su camino desde el Mercado hasta la historia nacional: el expresidente don Luis Alberto Monge y el expresidente de la Corte Suprema de Justicia, don Edgar Cervantes.
Escribo estas líneas porque, hace unos días, tuve la dicha de volver una vez más al Mercado con un amigo, fiel admirador de este maravilloso lugar. Me confesó algo que me llenó de alegría: siempre que se siente desanimado, va al Mercado porque, en cada rincón donde compra, lo reciben con un cálido «mi amor». Este pequeño gesto, tan cotidiano y auténtico, tiene el poder de alegrar corazones, y debo admitir que yo también lo he sentido.
Con cierta frecuencia, me gusta darme una escapada al centro de San José, y llegar al Mercado es siempre un placer. Allí, compro lotería, me doy algún gusto como un delicioso helado de sorbetera en el emblemático negocio de Lolo Mora, que lleva alegrándonos desde 1901. También disfruto de un café con leche y un queque de banano con zanahoria en, uno de los rincones del Mercado, experiencias que no cambio por nada.
Ir al Mercado Central no es solo una visita; es una experiencia que todo josefino debería vivir y disfrutar. Sus colores vibrantes, la calidez de su gente —siempre atenta y cordial—, la deliciosa comida, los productos frescos y a buen precio, todo eso lo convierte en un lugar único. Además, me llena de orgullo ver la cantidad de turistas que recorren los pasillos, maravillados por la autenticidad de nuestra cultura.
Llegar al Mercado es muy fácil. Cuenta con un amplio estacionamiento donde antes estaba el pasaje Jiménez, a un costado del Banco Nacional. Desde allí, solo hay que caminar unos 50 metros para llegar a una de sus entradas principales.
En mi última visita, tuve la fortuna de conversar con personas que son el alma de este lugar: desde las señoras de la floristería, hasta el señor de los helados, los encargados de la pescadería y de la quesería. Mi amigo, por cierto, no dejó pasar la oportunidad de comprar un legítimo queso palmito, ese que viene enrollado y tiene un sabor que te transporta a nuestras raíces.
Escuchar sus historias fue inspirador. Me hablaron de sus esfuerzos diarios, de las alegrías y los retos que enfrentan para sacar adelante a sus familias, siempre con una sonrisa, a pesar de las adversidades. Su dedicación me recordó lo valioso que es este espacio para nuestra identidad.
Quedé invitado a regresar muy pronto, y créanme, no pienso dejar pasar la oportunidad. ¡Un buen ceviche mixto y un pescado frito entero me están esperando! Ese pescado, con cabeza y espinas, que sabe a tradición.
Los espero en el Mercado Central —con M mayúscula—, para que juntos sigamos disfrutando de todo lo que lo hace especial. ¡Nos vemos allá!