Luis Paulino Vargas Solís, Economista, investigador independiente jubilado.
Finalizaba 2022. Fue entonces cuando Rodrigo Chaves y Nogui Acosta quisieron regalarnos con toda una fastuosa escenografía, para destapar el “megacaso” de evasión tributaria, contra el empresario Leonel Baruch.
La historia posterior es bien conocida: un completo fiasco. Nogui mintió ante la Asamblea Legislativa, ante la Sala Constitucional y ante el país entero. El “megacaso” se metamorfoseó en la megamentira, tan solo un capricho revanchista de Chaves y todo concebido y realizado con suprema torpeza.
O sea, y en resumen: Rodrigo Chaves siendo Rodrigo Chaves. Nada nuevo bajo el sol.
¿A quién benefició tan estrafalaria matráfula? Evidentemente a los grandes evasores de impuestos. Morrocotudo favor les hicieron, al desprestigiar y manchar la lucha contra el fraude tributario.
¿Ha habido desde entonces algún avance en esa materia? Absolutamente ninguno. A Chaves tan solo quería “sacarse el clavo” con Baruch. De ahí en más los defraudadores entendieron que podían dormir tranquilos: en la silla presidencial se sienta un señor que les guarda grandísimo aprecio y consideración. No dudemos que, en reciprocidad, los defraudadores le reservan a don Rodrigo, y a Nogui, un cálido rinconcito en sus corazones.
Recientemente hemos visto un ataque feroz y concertado contra la Fiscalía y el OIJ. Chaves, Cisneros y el abogado Villalobos lo encabezan. Su devota feligresía se encarga de amplificarlo. La cosa alcanza tal grado de vulgaridad, que hasta quieren averiguar el color y la talla de los calzoncillos que usa el fiscal Díaz. Ni siquiera su vida íntima queda al resguardo de su soez y pornográfica impudicia.
¿Por qué lo hacen? Pues porque Chaves, Cisneros y su gente se consideran ser la realeza, “ticos con corona”: investidos de impunidad perpetua, levitan por encima de las leyes y son totalmente inmunes a estas.
¿A quién beneficia toda esta estridencia? Evidentemente al narco y el crimen organizado.
Es que, como es perfectamente conocido, el gobierno de Chaves ha decidido renunciar a su responsabilidad en la prevención y control del crimen, y hace lo posible por ponerle las cosas fáciles a esas mafias. Por ejemplo: el desmantelamiento, y la inutilización de hecho, de la policía de control de drogas y de los guardacostas. Nogui Acosta –seguramente cumpliendo órdenes de Chaves– desfinancia los cuerpos policiales. Si ya solo falta que estos salgan a patrullar en patineta…suponiendo que Nogui está dispuesto a darles la plata para comprarlas. Tuvieron que poner escáneres porque la Asamblea Legislativa prácticamente les dio un ultimátum, pero, igual, los cargamentos de droga siguen llegando a puertos europeos, y las incautaciones que se hacen en Costa Rica cayeron a mínimos históricos. Y, entretanto, el país queda atrapado en una espiral de violencia que, en su momento, el propio presidente Chaves justificó de la forma más ligera, irresponsable e insensible: “de por sí, se matan entre ellos”, tuvo el descaro de decir.
En cambio, y distinto a Chaves y su equipo de inútiles, el OIJ y la Fiscalía si le plantan cara –con coraje y decisión– al narco y al crimen organizado.
Por supuesto que el ataque concertado de Cisneros, Chaves y compañía, les cae a esas mafias que ni pagado a hacer. De perlas.
Las mafias del crimen organizado tienen innúmeras razones para guardarle especial cariño y agradecimiento al señor presidente y doña Pilar.