Al evaluar el impacto o sostenibilidad ambiental de productos y procesos, es habitual abordar esta problemática únicamente de forma parcial. A veces, solo desde la huella de carbono (relacionada con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 13: acción por el clima). Otras aproximaciones evalúan también la huella hídrica (relacionada con el ODS 6: agua limpia y saneamiento) y un número reducida de ellas incluye otros impactos ambientales como la acidificación, la eutrofización o, de forma agregada, los daños en la salud de las personas (relacionados, entre otros, con el ODS 3: salud y bienestar).
No obstante, es menos frecuente abordar el consumo de recursos minerales y metálicos, finitos en nuestro planeta y que la humanidad no va a tener a su alcance durante toda la eternidad.
El informe Global Resources Outlook 2024, de Naciones Unidas, advierte que la extracción global de materiales se ha triplicado en los últimos 50 años, y se espera que en 2060 crezca un 60 % respecto a 2020. La tasa de agotamiento de estos recursos está siendo particularmente alta, lo que representa una preocupación significativa para la sostenibilidad a largo plazo de la economía global.
Esta problemática está directamente relacionada con cómo producimos, pero también con qué y cómo consumimos, y durante cuánto tiempo lo utilizamos. Así queda reflejado en la Agenda 2030, en el ODS 1: producción y consumo responsables y, en concreto, en su meta 12: lograr el uso eficiente de los recursos.
Este impacto está provocado por:
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Las materias primas necesarias para la fabricación de los materiales que constituyen los productos que consumimos.
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Cómo se fabrican esos productos.
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Durante cuánto tiempo empleamos ese producto.
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Cómo se gestiona durante su vida útil (mantenimiento) y al final de la misma: reparar, sustituir o reutilizar componentes, recuperar materiales, reciclar u otras formas de valorizar tienen una importante influencia sobre este consumo.
A nivel europeo, de acuerdo con la herramienta Consumption Footprint Tool de la Plataforma Europea de Análisis de Ciclo de Vida, en el año 2021 el sector del transporte supuso el 34,4 % del consumo del recurso mineral/metálico. Se convierte así en el segundo sector contribuyente, por detrás de los aparatos eléctricos y electrónicos, que tienen una contribución del 44,4 %.
El impacto del sector transporte
De acuerdo con estos datos y ante la penetración de distintas tecnologías y fuentes energéticas en el sector del transporte, merece la pena preguntarse cómo pueden condicionar este impacto en los próximos años. Para ello hemos llevado a cabo una revisión bibliográfica (no publicada previamente) de artículos científicos sobre el consumo de recursos de vehículos de combustión y eléctricos publicados en los últimos 6 años. De dicho análisis se han obtenido algunas evidencias:
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Los vehículos eléctricos de batería podrían incrementar el consumo del recurso un 16-50 % respecto a los vehículos de combustión interna. Estas variaciones están condicionadas por la forma en la que se genere la electricidad; algunas formas pueden provocar un alto impacto en el consumo de este recurso (caso de la energía solar fotovoltaica).
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Los vehículos híbridos presentarían un impacto un 10-20 % inferior a los de batería y los híbridos enchufables, un 10 % superior. Los vehículos de célula de combustible con hidrógeno podrían presentar mayores impactos que los de batería debido a los materiales empleados en la fabricación de las propias pilas de combustible.
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En los vehículos eléctricos de batería la contribución del ciclo de vida del vehículo (fabricación, mantenimiento y gestión al final de vida útil) podría suponer el 97 % del impacto total, siendo el ciclo de vida de la fuente energética (producción y consumo de esta) responsable del 3 %. Estas contribuciones están condicionadas por cómo se genera la electricidad que alimenta a estos vehículos. En los vehículos de combustión interna, la contribución del ciclo de vida del vehículo está en torno al 85 %.
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Entre los elementos que presentan una mayor contribución, la batería puede llegar a suponer el 70 % del impacto en los vehículos eléctricos de batería y el 45-50 % en los híbridos enchufables.
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Materias primas críticas para fabricar baterías
La fabricación de las baterías se presenta entonces como un reto a resolver no sólo desde el punto de vista ambiental, sino también desde el económico y social. El previsible incremento de consumo de materiales debido a su producción es una de las razones por las cuales la Unión Europea (UE) ha promovido la Ley Europea de Materias Primas Fundamentales.
Se identifican 34 materias primas críticas, escasas a nivel mundial y esenciales para la economía europea; 17 de ellas, estratégicas. El litio, el cobalto y el níquel que se utilizan para la fabricación de las baterías están dentro de este marco, junto con otros metales básicos como el aluminio y el cobre, y otros de usos más específicos como el galio (en paneles solares), el boro (en tecnologías eólicas) y el titanio y el wolframio (en el sector espacial y de defensa).
Esta ley pretende reforzar las capacidades de la UE a lo largo de todas las fases de la cadena de valor, aumentar la resiliencia reduciendo la dependencia y promover la sostenibilidad y circularidad de la cadena de suministro. Así, establece los siguientes pilares:
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Fijar prioridades. El 10 % de las necesidades de la UE deben cubrirse con la extracción de recursos propios, el 40 % con la transformación y el 15 % con el reciclado.
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Desarrollar las capacidades europeas. Reforzar su cadena de valor de materias primas, de la minería al refinado, pasando por la transformación y el reciclado.
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Mejorar la resiliencia. Creación de reservas estratégicas y fomento de la inversión y el comercio sostenibles.
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Invertir en investigación, innovación y capacidades. Apuesta por tecnologías de vanguardia en este ámbito.
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Promover una economía de materias primas fundamentales más sostenible y circular. Promoción del reciclado, fomentando avances en la reducción de los efectos adversos sobre los derechos laborales y la protección de la salud de las personas y del medio ambiente.
Ante la penetración esperable de los vehículos eléctricos, si bien pueden desempeñar un papel importante en la mitigación del cambio climático (si la electricidad que consumen se genera con fuentes renovables), su consumo de recursos naturales se presenta como un reto a resolver no sólo desde el punto de vista ambiental, sino también social y económico.
Javier Pérez Rodríguez participa en una de las líneas de investigación de la Cátedra Fundación Repsol en Transición Energética – Movilidad Sostenible en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid.