Luis Paulino Vargas Solís, Economista, investigador independiente jubilado.
- El chavismo es más que Rodrigo Chaves y Pilar Cisneros. Estos dos personajes lo lideran y son su rostro visible, pero, a decir verdad, el chavismo es una forma de sentir la política, de pensar la democracia, de mirar la institucionalidad y a Costa Rica misma. Es, en resumen, un estado emocional que ha arraigado en un sector de la población, y el cual, bajo las condiciones actuales de nuestra realidad, tiene el potencial de volverse invasivo y contagioso.
- El ethos y la sensibilidad del chavismo son, a un mismo tiempo, autoritarias y corruptas, proclives a la arbitrariedad y la mentira, el ataque y el insulto. Siendo anti – intelectual, es, por ello mismo, anticientífico y adverso al pensamiento racional. Cuando habla de democracia, lo hace tal cual el movimiento antivacunas hablaba de ciencia: intentando apropiarse del concepto para vaciarlo de contenido, actuando exactamente en contra de las normas y disciplinas que caracterizan y hacen posible la democracia y la ciencia.
- El chavismo no nació por generación espontánea ni es un maná envenenado caído del cielo: es el fruto maduro de la descomposición acumulada al cabo de 40 años de un proyecto neoliberal que, aunque relativamente gradual y heterodoxo, agotó las posibilidades de legitimación que gratuitamente le heredaron las reformas sociales del decenio de los cuarenta y las reforma socialdemócratas del proyecto desarrollista, mientras sembraban las semillas de una sociedad fracturada por la desigualdad, una economía deformada por la dualización y, sobre todo, una población exhausta y hastiada, que perdió la confianza y la ilusión y ya no espera nada, porque por mucho tiempo vio frustrarse sus expectativas y vio incumplirse las promesa formuladas.
- Ese proyecto neoliberal se fraguó y avanzó, a veces más rápido, a veces frenado y ralentizado; a veces como sobre una autopista despejada, a veces a trompicones. Y lo hizo blindado por una coalición en la que concurrieron élites políticas asociadas al PLN, el PUSC, algunos partidos secundarios como los evangélicos y los llamados “libertarios”, y, al final del camino, y de forma bastante inesperada, el PAC. Pero también fueron parte muy importante de esa coalición, los sectores más poderosos del empresariado y la prensa, y, sin duda, aunque de forma indirecta pero decisiva, en todo esto también se hizo sentir el influjo del capital transnacional, en función del cual se diseñó y se guio, sobre todo desde fines del decenio de 1990, la parte medular de las políticas de desarrollo aplicadas.
- El chavismo es, pues, la cristalización de las amenazas para la democracia y la paz que fueron alimentándose, y creciendo paulatinamente, a lo largo de los últimos cuatro decenios. Si esto generase una preocupación sincera, si honestamente se quisiera frenar esa correntada destructiva, habría que tener la disposición para reconocer los errores y rectificar el rumbo que hoy nos ha llevado a esta peligrosa encrucijada.
- Tendría entonces que reconocerse que algo, serio y responsable, debe hacerse, para revertir el debilitamiento que está sufriendo el Estado social, el cual hoy se aproxima al desmantelamiento de hecho. Y algo, de a de veras, debería hacerse para corregir las graves anomalías que lastran la economía, por cuya causa los problemas del empleo se cronificaron y la desigualdad abrió abismos y fracturas gigantescas. Solo creando oportunidades efectivas -en el empleo, la educación, la atención de la salud, la vivienda, el arte y la cultura, el esparcimiento, la calidad de la convivencia en ciudades y pueblos, el cuido de la naturaleza- solo así, la gente puede volver a creer y solo entonces, la democracia puede retomar un sendero que permita revitalizarla, renovarla y mejorarla.
- ¿Quiénes tienen hoy la disposición para reconocer que la coyuntura actual plantea una desafió inédito y exige decisiones que renueven, rectifiquen y reorienten?
- En general, el empresariado guarda silencio y permanece en una actitud expectante y acomodaticia. Algunos protestan por la situación del dólar, pero son incapaces de mostrar ni el más ínfimo compromiso ciudadano. Si hasta pareciera que su propósito es confirmar que capitalismo y democracia tienden a repelarse antes que a congeniar. Sigue enconchado en la defensa de sus intereses inmediatos, y empecinado en mantener el manto de opacidad que oculta y protege la riqueza excesiva y los privilegios hipertrofiados de los muy ricos, y que les preserva de tributar como debieran.
- La prensa está hoy más dividida que nunca. Aquella a la que el chavismo odia y hostiga con especial inquina, intenta mantener algo como una suerte de equilibrio crítico. Alguna otra -con la excepción de algunos pequeños medios independientes- ha optado por la autocensura para tratar -creo que vanamente- de preservarse frente al ataque. También la hay que es sumisa y servil con el gobierno chavista. Pero ninguna -excepto los medios más críticos, que son pocos y son débiles- está dispuesta a reconsiderar seriamente ese proyecto político y económico que, por tantos años apoyaron, y que hoy nos tiene al borde del abismo.
- Con pocas excepciones, a las élites políticas se las ve sin el compromiso ni la claridad que el momento demanda. Las ubicadas a la derecha del espectro político, ocasionalmente hacen algún amago de malestar frente a los abusos chavistas, pero todo indica que no se sienten particularmente incómodas con la agenda económica del gobierno ni con sus ínfulas autoritarias. Sectores minoritarios, progresistas, de cetro izquierda o izquierda democrática -Frente Amplio y algunos sectores del PLN- hacen un meritorio trabajo de oposición, pero sin lograr posicionar una agenda alternativa.
- Algo similar ocurre con los movimientos sociales, en general, y con el sindicalismo en particular. Aparte que no siempre muestran la suficiente claridad y coherencia, y aparte que siguen teniendo dificultad para conversar, acercar posiciones y tejer alianzas, tampoco logran articular y posicionar una agenda alternativa.
- Y esa agenda alternativa, tengámoslo claro, es tarea urgente: para encaminar la conversación política en otra dirección, recuperar el raciocinio en el debate pública y generar corrientes de opinión que empujen hacia la rectificación que a Costa Rica le urge.