Llevo años trabajando con personas con trastornos psicóticos y solo recuerdo una vez que sufrí violencia física. Paco me dio un tortazo. Nada justifica su reacción, salvo que yo no valoré correctamente su capacidad de control ante mis preguntas. Él estaba psicótico y yo me equivoqué. Paco no era peligroso, al menos mientras no le tocaran las narices. Y esa vez fue la última vez que yo lo hice.
Un peligro es algo que contiene un daño potencial. Es muy distinto un cuchillo en manos de una chef que manejado por un asesino. Según esas variaciones, el peligro del cuchillo disminuye o aumenta según de quién sean las manos. Por ello, más que de peligro, se habla de riesgo. Este último apunta a la probabilidad de que dicho cuchillo provoque daño.
Trastornos mentales severos y persistentes
Los trastornos son grupos de síntomas que alteran la salud de forma significativa, pero cuya causa se desconoce. Un trastorno de ansiedad, una depresión y una esquizofrenia son trastornos mentales que afectan la forma de pensar, las emociones, el comportamiento y las relaciones con el entorno. Son más severos mientras mayor sea el grado de afectación, considerando su duración y el funcionamiento personal y social del sujeto. Por ejemplo, Paco tenía amistades, trabajaba, vivía solo y era feliz consigo mismo.
Este grado de afectación se entiende como discapacidad y está determinado tanto por los síntomas como por las características del entorno. Por ejemplo, con Paco contábamos con una red comunitaria; yo mismo le veía en su propio piso, a lo que se sumaba que contaba con apoyo para conseguir trabajo y ayudas sociales. Todo ello amortiguaba la severidad de su esquizofrenia.
Factores que aumentan los riesgos
Mi amigo Paco era un pedazo de pan, pero había que tener ojo cuando consumía alcohol para aliviar sus preocupaciones. Porque hay riesgos transversales en la criminalidad: los hombres cometen más delitos que las mujeres, y gran parte de los delitos se producen en asociación con el consumo de sustancias, principalmente de alcohol.
No seguir un tratamiento aumenta el riesgo. Y tratamiento en salud mental no se circunscribe solo a tomar medicación, sino que incluye también aspectos psicosociales. Se debe mantener un apoyo que ayude a mejorar la autoestima, el autocontrol y las habilidades, pero también hay que facilitar la vivienda, el trabajo y el desarrollo personal, entre muchas otras cosas, lo que da idea de la complejidad de dichos tratamientos.
Ciertos tipos de síntomas también incrementan el riesgo. Por ejemplo, quienes presentan paranoia pueden llegar a tener la certeza de que alguien pretende hacerles daño, incluso matarles. Y como están seguros de ello, actúan en consonancia, pudiendo tomar medidas que incluyen la violencia. Imagine qué haría si está seguro de que le quieren matar.
Otros síntomas a tener en cuenta son los maníacos –por ejemplo, creer que podemos controlar los semáforos puede llevarnos a no respetarlos– o las identificaciones defectuosas. Recuerdo un paciente que golpeó a un viandante al salir del banco porque decía que era físicamente igual a él y, aprovechando ese parecido, había retirado todo el dinero que tenía. Adicionalmente, las alucinaciones auditivas imperativas –es decir, que dan órdenes– pueden implicar hacer daño a otros.
Quienes presentan este tipo de síntomas, si se descompensan y no cuentan con un soporte de tratamiento adecuado y a tiempo, pueden ser más propensos a cometer delitos.
La importancia de contar con ayuda
Un aspecto añadido de los trastornos mentales es la reducción de la conciencia de estar enfermo y de necesitar ayuda, lo que acarrea menor contacto con servicios de apoyo. Además, el riesgo aumenta con el aislamiento, ya que se cuenta con menor asistencia social y, en consecuencia, menos probabilidades de que alguien nos ayude cuando sufrimos una crisis. Lo mismo ocurre con el hecho de pertenecer a una minoría.
A todos estos factores debemos sumar los avatares de la vida: el estrés en personas con trastornos mentales es muy tóxico, de modo que un evento vital puede aumentar el riesgo. Cuando murió la madre de Paco, sabíamos lo doloroso que era para él y le acompañamos, tal como lo hacemos con la gente que queremos.
Además, hay patologías que, sumadas a un trastorno severo, se asocian a un mayor riesgo. Por ejemplo, personalidades paranoides, narcisistas o psicopáticas, así como patologías neuropsiquiátricas y del desarrollo intelectual. Para disminuir las posibilidades de cometer delitos hay que distinguir lo que es bueno o malo, estimar las consecuencias de los actos y poder controlarse, y no siempre eso es simple de conseguir.
Y, claro está, existe la maldad. Hay individuos que, por diversas razones, son violentos y abordan su vida sin empatía por los otros. Si tienen un trastorno mental, su potencial de producir daño es claramente mayor.
¿Podemos disminuir los riesgos?
Las personas con trastornos mentales suelen ser más bien víctimas que victimarios. Y cuando ejercen la violencia, quienes más riesgo corren son personas de su entorno cercano, particularmente quienes les cuidan.
Mi amigo Paco tenía una esquizofrenia paranoide y solía consumir alcohol y drogas de forma moderada, pero era feliz y resultaba muy agradable compartir su compañía. Vivía solo, trabajaba, tenía amigos; seguía lo que llamamos su proyecto de vida. Una forma de disminuir los riesgos radica justamente en contar con todos los recursos que permitan vivir una vida plena.
De cualquier forma, es importante identificar con claridad el grupo de alto riesgo: hombres que no siguen el tratamiento, consumen sustancias y tienen un perfil de personalidad violenta. Luego, se debe seguir un modelo de atención amable y que acuda donde está la persona. Se necesitan recursos en salud mental, pero también mejorar la integración, con apoyos para la vivienda, el trabajo, el ocio y la educación.
En resumen, no son los trastornos, sino las personas con sus peculiaridades y circunstancias las que explican un acto criminal. La mayor parte de los individuos con trastornos mentales no utilizan la violencia para resolver sus conflictos, no tienen síntomas asociados al riesgo y cuentan con los apoyos que le llevan a vivir la vida que desean sin hacer daño y aportando a la sociedad. Alguien aquejado de un trastorno mental es menos peligroso que alguien que no lo tenga.
Felipe Soto-Pérez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.