Se cumplen 75 años de la adopción de los Convenios de Ginebra el 12 de agosto de 1949. En teoría, estas normas de guerra son aceptadas universalmente por todas las naciones. En la práctica, se violan sistemáticamente en todas partes.
Actualmente, con unos 120 conflictos armados activos en todo el mundo, más de 450 grupos armados y 195 millones de personas viviendo en zonas bajo su control, la protección de los vulnerables es más vital que nunca.
Sin embargo, como nos recuerdan a diario los titulares de las noticias, el derecho internacional humanitario puede parecer escaso y lento frente al poderío militar y la indiferencia política.
Este año también es el aniversario de otros hechos menos esperanzadores: se cumplen diez años del genocidio contra los yazidíes por parte del ISIS en Siria, y diez años del inicio de la guerra en Ucrania. Las tensiones geopolíticas están aumentando en Oriente Próximo y en el Mar de China Meridional.
Dadas las modernas tecnologías utilizadas en los campos de batalla actuales (y en el ciberespacio), y la violación incluso de las protecciones humanitarias básicas, ¿hay mucho que celebrar en 2024? ¿Siguen siendo adecuados los Convenios de Ginebra para las guerras de hoy y de mañana?
Valores humanitarios
Todas las sociedades tienen reglas culturales, religiosas o jurídicas de algún tipo en torno a la guerra. Pero tras los horrores extremos de la Segunda Guerra Mundial, el mundo acordó un conjunto detallado de normas codificadas para regir los conflictos armados.
A pesar de las diferentes opiniones políticas y experiencias en la guerra, las normas de los Convenios de Ginebra buscaban el equilibrio entre las necesidades militares y los ideales humanitarios para el trato de los civiles, los soldados enemigos capturados y los muertos.
Los Convenios de 1949 siguen siendo el núcleo del derecho internacional humanitario, las leyes de los conflictos armados. Este corpus legislativo se ha ampliado a lo largo de los años con otros tratados y protocolos relativos a la guerra civil, las armas químicas, las minas terrestres antipersonas, la tortura y las desapariciones forzadas.
Diseñadas para ayudar a evitar una espiral de atrocidades basadas en el “ojo por ojo”, muchas de las normas funcionan gracias al respeto recíproco entre combatientes: trate bien a nuestros soldados cuando son capturados y nosotros haremos lo mismo.
Pero también exigen el trato humano de las personas atrapadas en medio de la guerra, incluso si una de las partes beligerantes ha incumplido esas normas o ha iniciado la guerra violando la Carta de las Naciones Unidas que prohíbe la agresión.
Cuatro Convenios, 400 artículos
Los Convenios de Ginebra incluyen más de 400 artículos, en los que se establecen normas detalladas sobre el trato a los prisioneros, la protección de los hospitales y el personal médico, la autorización de la ayuda humanitaria y la prohibición de la tortura, la violación y la violencia sexual.
De hecho, en 1949 se adoptaron cuatro Convenios. Las disposiciones de los tres primeros se basaban en las leyes existentes que protegían a los soldados heridos en el campo de batalla, en el mar y cuando eran capturados como prisioneros.
El cuarto Convenio, de gran importancia, pretendía proteger a los civiles que vivían bajo el poder de un adversario, por ejemplo en un territorio ocupado.
Un único artículo establecía normas fundamentales sobre el trato humano de las personas durante una guerra civil: era la primera vez que el derecho internacional se atrevía a regular la violencia que se producía dentro de un país y no entre dos o más.
Guerra y paz
Hay quien dice que el derecho internacional humanitario adoptó un enfoque equivocado en la década de 1860, cuando se aprobó el primer Convenio de Ginebra, porque aceptó la guerra y renunció a insistir en la paz.
Como ha argumentado el académico Samuel Moyn, esto nos ha obligado a elegir entre el ideal de oponernos a la guerra en primer lugar y oponernos a los crímenes que tienen lugar dentro de ella.
El derecho humanitario también acepta un nivel mínimo de daños a civiles como “daños colaterales” durante un ataque a un objetivo militar. En otras palabras, no todas las muertes de civiles son crímenes de guerra.
Y algunos artículos de las convenciones parecen anticuados hoy en día: por ejemplo, la provisión de tabaco para los prisioneros de guerra se menciona junto con la comida y el agua.
Pero en mi experiencia trabajando con el Comité Internacional de la Cruz Roja, he visto el derecho internacional humanitario en acción. Cuando se respeta, puede salvar y mejorar vidas.
Eterna vigilancia
En todas partes, las partes beligerantes siguen permitiendo a la Cruz Roja visitar a miles de personas detenidas y negociar la mejora de su trato.
Los combatientes llegan a acuerdos para el canje de prisioneros, la liberación de rehenes, la devolución de los muertos y la prestación de asistencia médica a los soldados enemigos heridos.
A veces, los países investigan las acusaciones de crímenes de guerra. Y los Convenios hacen posible que las partes beligerantes lleguen a otros acuerdos para obtener una protección aún mayor.
Y aunque los Convenios de Ginebra, y el derecho internacional humanitario en general, distan mucho de ser perfectos, las normas buscan un límite básico a lo peor que puede ofrecer la humanidad, insistiendo en cierta dignidad humana fundamental.
Para garantizar que, al menos, no se incumplan activamente y que, en el mejor de los casos, se amplíe su protección, los países deben hacer tres cosas fundamentales:
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Centrarse en la responsabilidad colectiva, cumplir ellos mismos la ley y garantizar el respeto por parte de los demás.
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Dejar de utilizar argumentos jurídicos técnicos para legitimar la devastación a gran escala de forma que se ignore el propósito humanitario fundamental de las normas.
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Resistirse a cualquier afirmación de un Estado nación de que amenazas excepcionales a la seguridad nacional (incluidos el terrorismo, la insurgencia o las nuevas tecnologías) justifican el abandono de las normas.
Es precisamente en las situaciones más graves, cuando la política y otras leyes no han conseguido evitar la guerra, cuando estas normas son más necesarias. Un mayor respeto por ellas contribuiría en gran medida a salvar vidas y a evitar los horrores que vemos en los conflictos actuales.
Marnie Lloydd es miembro del Comité de Derecho Internacional Humanitario de Nueva Zelanda y ha trabajado anteriormente con el Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.