Como es bien sabido, en 2024 se conmemora el tricentenario del nacimiento de Immanuel Kant. Pero hay otra efeméride que no debería pasar inadvertida: el nacimiento, hace 150 años, del filósofo Ernst Cassirer, un filósofo de origen judío que combatió el nazismo con los ideales ilustrados.
Cabe advertir cierto paralelismo entre la cronología de los intereses temáticos cultivados por ambos autores. Inicialmente, Cassirer estudió con ahínco la teoría del conocimiento, tal como lo hizo el Kant de la primera Crítica y los Prolegómenos.
Además, del mismo modo que Kant prioriza todo lo práctico desde su Fundamentación, Cassirer da prioridad a lo funcional. Por otra parte, con su Filosofía de las formas simbólicas, Cassirer trata las mismas cuestiones estéticas y teleológicas abordadas por Kant en la Crítica del discernimiento.
A estos se suma que, en su diálogo con Axel Hägerström, Cassirer aborda los mismos problemas éticos y jurídicos que Kant trata en La Metafísica de las costumbres. Finalmente, el corpus kantiano se cierra con su Antropología, e igualmente Cassirer publica como colofón de su obra una Antopologia filosófica.
Con todo, el paralelismo que nos interesa resaltar aquí es cómo los dos pensadores culminan sus reflexiones con un meridiano compromiso político explicitado desde la historia de las ideas.
La llegada al poder de Hitler
Cassirer queda desolado con el conformismo con que se asume la toma del poder por parte de Hitler. Cuando este accede a la Cancillería del Reich, gentes cultivadas y con juicio propio no se atreven a mostrar sus discrepancias, adoptando una postura de sumisión, como si acataran un fatídico decreto del destino.
En el décimo aniversario de la República de Weimar, Cassirer había intentado ensalzar el pedigrí filosófico del ideal republicano que defendía su constitución, pero las fuerzas reaccionarias acorralaron a una socialdemocracia que fue aniquilada por el fanatismo de los más extremistas.
El conservadurismo nacionalista se alió con Hitler creyendo que podría manejarlo a su antojo, pero no fue así. Al pertenecer a una familia de origen judío, Cassirer tiene que partir a un exilio desde donde no dejará de combatir al nazismo con sus escritos filosóficos, tal como testimonia su obra póstuma El mito del Estado.
Ilustración frente a las tinieblas del nazismo
En esa época tenebrosa, Cassirer vuelve a releer las obras de Kant y Rousseau, porque piensa que los ideales de la Ilustración pueden contribuir a despejar las tinieblas del oscurantismo político. Su Filosofía de la Ilustración es un escrito de combate fechado en 1932.
Para la edición inglesa dejó al morir sobre su mesa de trabajo un texto introductorio cuyo significativo título en castellano es Rousseau, Kant, Goethe: Filosofía y Cultura en la Europa del Siglo de las Luces.
Pero su contienda contra la ideología nazi cristalizó en muchos textos breves que resultan más accesibles, tal como sucede con los opúsculos kantianos relativos a su filosofía de la historia. Sería el caso de Filosofía y política], publicado en la revista Arbor, o El judaísmo y los mitos políticos modernos, aparecido en Isegoría, lo que les hace fácilmente accesibles al estar en abierto.
Cassirer protagonizó en 1929 un duelo dialéctico mantenido con Heidegger que se ha hecho legendario por su simbolismo. En ese debate se confrontaron dos visiones del mundo que presentaban sendas interpretaciones de Kant. Ese torneo filosófico tuvo lugar en Davos, la localidad que Thomas Mann eligió para La Montaña mágica.
Esta novela contiene diálogos que pueden homologarse con las tesis confrontadas por Cassirer y Heidegger. Ambas cosmovisiones flotaban en el ambiente, porque la literatura refleja el clima social y la filosofía contribuye a modelarlo.
No es baladí leer los textos clásicos de una manera u otra. El modo de hacerlo condiciona los rumbos del devenir sociopolítico. Albert Speer, ministro de Armamento y Producción de Guerra de la Alemania nazi, lamentó no haber leído antes a Cassirer –lo hizo en la prisión de Spandau– porque, según confesó, de haberlo hecho quizá no hubiese sucumbido al encantamiento del Führer.
Roberto R. Aramayo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.