La comunidad médica tiene claro que la obesidad es un factor de riesgo que puede desembocar en enfermedades graves como la diabetes tipo 2, enfermedades renales, hígado graso, cáncer y múltiples morbilidades.
Asimismo, hay un movimiento social creciente, y capitaneado por mujeres, que considera que la palabra obesidad implica enfermedad y que el origen de la propia palabra estigmatiza a las personas gordas, las culpabiliza y responsabiliza de su estado.
En España, el activismo contra la gordofobia es muy reciente, a diferencia de lo que sucede en otros países como EE. UU., donde se originó con el Fat Acceptance Movement a finales de los años 60, que luego continuó en Inglaterra.
En el ámbito hispanohablante, el movimiento contra la gordofobia nació en 2012 y cobró fuerza en México, Chile y Argentina a través de internet, centrándose sobre todo en las redes sociales, blogs, páginas web y Facebook, cuentas en YouTube y otras redes sociales.
La lucha contra la gordofobia en España tiene nombre de mujer y se llama Magdalena Piñeyro, filósofa y cofundadora de la plataforma Stop Gordofobia en 2011. Desde entonces, reivindica que no se usen eufemismos y otros términos para hablar de una persona gorda, sobre todo en femenino. No quiere que se les llame “rellenitas”, “obesas”, “gordibuena” o “gordisana”. Desde la plataforma insisten en que gordo no es un insulto, es un adjetivo. No usar la palabra hace que se convierta en un tabú y que se siga utilizando para hacer daño.
Así lo hemos analizado en un estudio que estamos llevando a cabo –aún sin publicar– en el que se estudian las reacciones en las redes sociales al fallecimiento de la actriz Itziar Castro, también activista contra la gordofobia y objeto de mensajes ofensivos e hirientes en redes sociales.
Las redes pueden ser un espacio que, por una parte, favorece la lucha contra todo tipo de discriminaciones y que, por otra, se transforme en un arma para atacarlas con total impunidad.
Incitación al odio
De la clasificación de todos los mensajes analizados en X, los que se han categorizado como negativos lo hacen por su enfoque centrado en burlas y ridiculización de la actriz, en la estigmatización de la gordura y en la incitación al odio. Otros se relacionaron únicamente con el exceso de comida.
La deshumanización se aprecia cuando en esos comentarios se señala a las personas gordas como enfermas y como culpables por estarlo. Cuando se refieren al cuerpo como algo “enfermo y feo” se culpabiliza a la persona: “Tú te lo has buscado”.
Ante la falta de límites éticos y legales, se aprecia una falta de reflexión y coherencia en los mensajes que se publican, donde se juzga por el aspecto físico a una persona y se le culpa hasta de su muerte.
En ese sentido, el derecho europeo no responsabiliza jurídicamente a las redes sociales por los contenidos ilícitos que pueda alojar, ya que las trata como a meras hospedadoras de las opiniones de las personas usuarias.
Este hecho pone de manifiesto otra cuestión: los límites a la libertad de expresión ante los mensajes de contenido ofensivo, datos e informaciones no contrastadas que sirven para burlarse de las personas por su cuerpo sin tener en cuenta las graves consecuencias que ello implica.
El papel de los medios de comunicación
Desde el activismo se reivindica que los medios de comunicación, y en concreto las redes sociales, asuman y reaccionen ante las consecuencias que tiene la promoción de estándares de belleza poco realistas que glorifican la delgadez y estigmatizan la gordura.
Los medios de comunicación y los periodistas tenemos una responsabilidad ética en la forma en la que se abordan las informaciones sobre las personas gordas. Es fundamental evitar el sensacionalismo y la estigmatización, así como promover mensajes de inclusión, aceptación y diversidad corporal.
La lucha contra la gordofobia no se limita a cambiar la forma en la que hablamos sobre el peso y la apariencia física, sino a construir una sociedad más inclusiva, respetuosa y empática en la que se acepte la diversidad corporal en todos los ámbitos de la vida.
María del Mar Rodríguez González no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.