Carolina Gölcher Umaña, Psicóloga y Psicoanalista.
La definición que ofrece el diccionario del término «superstición», como creencia extraña a la fe religiosa y, además, contraria a la razón; así como también referida a una fe desmedida o valoración excesiva respecto de algo, sugiere que el supersticioso se encuentra en un estado previo, no sólo al pensamiento lógico, sino también, al pensamiento religioso.
Este pensamiento primitivo, se caracteriza por una arraigada convicción en la omnipotencia del pensamiento y es propio de la primera y segunda infancia, en donde una explicación sobrenatural o un rito pretende tranquilizar, en cierta medida ciertamente ineficaz, con relación a las angustias subyacentes como lo es la angustia de separación, de enfermedad y la de muerte.
Freud en el ensayo, “Determinismo, creencia en la casualidad y superstición” incluido en su obra Psicopatología de la vida cotidiana (1901), vuelve sobre la necesidad humana de creer en una religión por el sentimiento de desamparo, además de la búsqueda de la felicidad o ausencia del dolor, mediante el desplazamiento y sustitución con sustancias, o como en este caso creencias y ritos, que producen ilusiones satisfactorias y otras realidades.
Basta el estudio de la teoría psicoanalítica para conocer que una de las formas de la neurosis obsesiva se basa en el razonamiento supersticioso constante, como manifestación latente de la culpa inconsciente. Asimismo, en la obsesión femenina este es uno de los rasgos predilectos, por ello las obsesivas suelen tener gran inclinación a los horóscopos y otras vías de desciframiento del futuro (lectura del Tarot, moodboards) como conjuro del deseo.
De igual modo, la psicología contribuye a este tema con el término apofenia, que refiere a la experiencia de percibir patrones, conexiones, o ambos, en sucesos aleatorios o en datos sin sentido, o dicho de otra manera, la práctica de dar sentido anormalmente a lo que no lo tiene, incluyendo esto, la supuesta intencionalidad de los eventos naturales, como por ejemplo, el del movimiento retrógrado de Mercurio, que es, efectivamente, un fenómeno astronómico real.
Para quien sabe mirar, en los tiempos que transitamos nos falta más razonamiento y menos superstición, pero al parecer nuestra época parece bastante incapaz para este trabajo. Para Simone Weil, nuestra civilización, tan aparentemente brillante, oculta una verdadera decadencia intelectual, la superstición encubierta bajo un vocabulario abstracto invade el dominio del pensamiento. Para la filósofa francesa, nuestra ciencia guarda los mecanismos intelectuales más refinados, para resolver cualquier problema, por complejo que sea, pero somos incapaces de aplicar los métodos elementales del pensamiento racional, “parece que hemos perdido, en todos los dominios, las nociones esenciales de la inteligencia, la noción de límite, medida, grado, proporción, relación, nexo, condición, enlace necesario, conexión entre medios y resultados”.
En el libro, “La desaparición de los rituales” (2020), Byung-Chul Han explica cómo la pérdida de ritos culturales, se ve compensada con el incremento de rituales privados, ceremoniales y cábalas particulares (que se hallan fácilmente en la lista de síntomas del Trastorno Obsesivo-Compulsivo). Así pues, este sujeto debilitado en recursos simbólicos de tradición, inventa rígidamente un mundo interior propio en el que confunde su soledad con la omnipotencia divina.
Sin rituales y bajo esta desorientación neoliberalista del «individuo librado a sí mismo», el sujeto se vuelve horrible y absurdamente supersticioso: horóscopos, constelaciones familiares, ceremonias, intenciones, palabras y actos “psico mágicos” para utilizar el poder interior y transformar la realidad. Toda esta creatividad, parafernalia e inspiración, parecen estar al servicio de una necesidad práctica de controlar el mundo circundante en su propio beneficio, y así, creer en la omnipotencia de su pensamiento individual.
En las redes sociales y en algunos consultorios, es fácil tropezarnos con prácticas quijotescas, con las que cualquier aprendiz de brujo explica las formas correctas de manifestar al universo, la importancia de conocer el signo zodiacal para superar traumas y otras sandeces, que ofenden nuestra inteligencia. Por suerte, la carta natal no sirve de brújula en este mundo incierto, pero, Weil tenía razón al afirmar que “nuestra época que se dice técnica, sólo sabe enfrentarse a molinos de viento”.