El final del trayecto hasta llegar a la investidura no es más que la primera estación de la tercera legislatura encabezada por el socialista Pedro Sánchez (PSOE), un político que ha conseguido acostumbrarse a navegar en la incertidumbre. Con el apoyo de siete partidos, el gobierno de coalición ha insistido en el carácter político del momento y en la necesidad de reconfigurar las bases de la España democrática.
El reto es enorme porque no existe consenso sobre el camino elegido, la solución a los problemas de política pública o la velocidad para adaptarse a los cambios de la globalización. La futura Ley de Amnistía marcará buena parte de la conversación pública, influirá en las alianzas y será determinante en la continuidad del gobierno.
La situación es paradójica. La debilidad del gobierno socialista, necesitado de múltiples apoyos cruzados es su fortaleza. Ninguno de los socios menores (Sumar, ERC, Junts, EH Bildu, Partido Nacionalista Vasco o Coalición Canaria) querrá ser el que figure junto al Partido Popular o Vox en las votaciones contra el presupuesto, ley vertebral de las políticas públicas españolas. Con estos mimbres, y en un ambiente altamente inflamable, el gobierno de Pedro Sánchez afronta cuatro desafíos estructurales: la organización territorial, la convivencia, la acción exterior y la transformación digital. Los cuatro merecen un análisis detallado.
1. La organización territorial
Cataluña encabeza la cuestión territorial. La solución al encaje de Cataluña en España afecta a la convivencia y el estado de derecho. Las dudas sobre la constitucionalidad de la futura ley y su oportunismo están sobre la mesa. Sin embargo, no se trata solo de la aprobación de la amnistía para un número creciente de actores en el procés, sino del propio reparto de recursos económicos, la solidaridad y la construcción de la identidad nacional.
Una hacienda catalana debilita la estructura tributaria, las pensiones o la unidad de mercado. Las consecuencias son previsibles. El PNV hará campaña en la primavera de 2024 para solicitar una mejora del régimen foral, ya que EH Bildu parece lanzada a la conquista del gobierno autonómico.
En Galicia, Andalucía o Valencia el encaje preocupa menos que la financiación. En la Comunidad de Madrid, un trato favorable a Cataluña reforzará la narrativa de la presidenta Isabel Díaz Ayuso.
En síntesis, la amnistía puede ser aceptada por una mayoría política en aras de la convivencia, pero la insolidaridad territorial abre un camino de inestabilidad política y alimenta la desigualdad. Una coalición progresista tendrá dificultades para mantener un discurso coherente.
2. La convivencia
La segunda clave de la legislatura es la consolidación de la guerra cultural. Primero en las redes sociales, luego en los medios y en la calle, la polarización se ha instalado en la sociedad española. La protesta no es más que la expresión de dichas diferencias al margen de las instituciones y los partidos. La calle y la batucada son peligrosas porque alimentan una cultura de deslegitimación del adversario. Es un camino sin retorno.
El gobierno tiene que encauzar la convivencia basada en el respeto a la diferencia y el Estado de derecho. Hay que dotar de garantías y medios a la justicia, descolonizar las instituciones y las empresas públicas, aligerar los procedimientos sin perjudicar al ciudadano, normalizar la diferencia.
Es una tarea de gobierno que pasa por la ejemplaridad en los nombramientos, la centralidad de la agenda política en materia de justicia y lucha contra la corrupción y en la modernización de la administración pública a través de la dirección pública profesional.
3. La acción exterior
El tercer elemento fundamental es el refuerzo de la posición internacional de España, tanto en Europa como en los asuntos globales. En el marco de la Unión Europea, el gobierno ha perdido la oportunidad de liderar la presidencia de turno y de empujar los acuerdos con Mercosur. Ahora la tarea es otra. Por un lado, hay que ejecutar los fondos Next Generation y acelerar la transformación económica del país.
Por otro, Europa necesita salir del eje franco-alemán para incorporar nuevas ideas y perspectivas del sueño europeísta. España está llamada a ser una de esas voces con proyección hacia Iberoamérica, el Mediterráneo y el Sahel.
La acción exterior será exitosa en tanto que la coalición sea previsible, dote de medios a Exteriores y Cultura, modernice la narrativa y consolide lo que España fue en el pasado, un socio y aliado fiable. En perspectiva estadounidense, estamos en una buena posición para ser una potencia media y amable. No es poca cosa.
4. La transformación digital
El cuarto desafío es transversal y parece haberse convertido en una prioridad para el gobierno. Se trata de la transformación digital con el ministro José Luis Escrivá al frente, cuyo historial particular garantiza que pondrá en el centro de la política nuestras vidas digitales.
Es un desafío que afecta a la ordenación jurídica, bajo el paraguas europeo, pero también a la industria y el comercio, la creación de empleo, la fiscalidad, la cooperación en materia de justicia o las relaciones exteriores. Esta mirada global afecta al modo de entender el Estado y la provisión de servicios públicos, la transformación económica en ciernes y la regulación.
En suma, los cuatro retos del gobierno de coalición anticipan una conversación política sobre el futuro de España. La propia condicionalidad de la mayoría puede conducir a una geometría variable de intereses con la mirada en el largo plazo. O bien ocurrirá todo lo contrario. Sin una salida territorial pertinente para la mayoría social, no solo la numérica, la inestabilidad puede devolvernos a las urnas. Y ahí, otra vez, los resultados son imprevisibles.
Juan Luis Manfredi does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.