El Premio Nobel de la Paz de 2022 ha recaído en activistas y organizaciones de Europa del Este que se caracterizan por su defensa de los derechos humanos: el bielorruso Ales Bialiatski, recluido en prisión, integrante del Centro de Derechos Humanos Viasna, creado en 1996; el Centro por las Libertades Civiles de Ucrania, que lleva un registro de crímenes políticos; y la organización rusa Memorial, con una larga trayectoria en la investigación sobre la represión soviética y la defensa de las libertades.
Memorial (Monumento), constituida durante la Perestroika, fue catalogada como agente extranjero por el Gobierno ruso en diciembre de 2021, acusada de recibir financiación exterior y realizar actividades políticas con una visión sobre el pasado soviético que choca con la narrativa nacionalista oficial. Actualmente, sus oficinas en Moscú han sido incautadas.
Sin embargo, su voz no se ha mitigado. Como tampoco lo ha hecho la de los que protestan en el interior o han emprendido el camino del exilio oponiéndose a las medidas adoptadas en Rusia y ante la falta de reconocimiento de derechos y libertades.
El “padre” de la bomba de hidrógeno
En Memorial hay rostros anónimos y otros conocidos, como Andréi Sájarov (1921-1989). El físico nuclear soviético, conocido como el “padre” de la bomba de hidrógeno, fue un activista contra el uso de las armas nucleares, como quedó patente en su ideario y en sus Reflexiones sobre el progreso, la coexistencia pacífica y la libertad intelectual (1968). Este texto, publicado como samizdat (literatura clandestina), se dio a conocer en medios extranjeros el mismo año en el que se opuso a la intervención del Pacto de Varsovia en Praga.
Sájarov colaboró en la fundación del Comité de los Derechos Humanos en Moscú con el objetivo de informar sobre la vulneración de derechos, lograr una amnistía de presos de conciencia, garantizar el derecho a la huelga y la libertad de expresión, anular los privilegios del partido, defender la libre circulación de la prensa y luchar por la prohibición de la venta de armas, entre otras muchas reivindicaciones.
Estas acciones le valieron, en 1975, el Premio Nobel de la Paz, una distinción que le consideraba un símbolo de todos los que defendían los derechos humanos. Para la URSS esto supuso una provocación, y le impidió ir a recogerlo él mismo. Lo hizo su esposa, Elena Bonner, quien leyó el discurso en su nombre.
“Quisiera terminar expresando la esperanza en una victoria final de los principios de la paz y los derechos humanos. La mejor señal de que tal esperanza puede hacerse realidad sería una amnistía política general en todo el mundo, la liberación de todos los presos de conciencia en todas partes. La lucha por una amnistía política general es la lucha por el futuro de la humanidad”.
Andréi Sájarov, 1975.
Del exilio interior a Memorial
Sájarov protestó contra la intervención soviética en Afganistán de 1979. En 1980, fue forzado a un exilio interior en Gorki (actual Ninzhni Nóvgorod), una ciudad cerrada a orillas del Volga. Actualmente, hay un museo en el piso donde vivió durante esos años. A pesar del exilio, Sájarov contó con el apoyo interior y exterior entre quienes condenaban la opresión ejercida contra los disidentes en la URSS. Toda esa etapa la relata en sus memorias.
El cambio en su situación se produjo con el ascenso de Mijaíl Gorbachov a la secretaría general del PCUS en 1985. En diciembre de 1986, a Sájarov se le permitió regresar a Moscú y retomar su vida y trabajo en la Academia. No se olvidó de aquellos detenidos en prisiones soviéticas, campos de trabajo u hospitales psiquiátricos por expresar sus creencias políticas o religiosas y pidió su liberación con motivo del 40º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Sájarov contribuyó a la creación de las primeras organizaciones políticas independientes y legales, y está unido al nacimiento de Memorial.
Del 28 al 30 de enero de 1989, cientos de delegados que representaban a unas 250 organizaciones y grupos de toda la Unión Soviética se reunieron en la Casa de Cultura del Instituto de Aviación de Moscú para establecerse como Asociación Histórica y Educativa de toda la Unión. Él estuvo como presidente honorario. Posteriormente, en 1992, se añadieron a los fines de la asociación referencias a “los derechos humanos”. El epíteto “toda la Unión” se sustituyó por “internacional”, porque la Unión Soviética ya no existía, y eso les permitió no limitar sus actuaciones y adaptarse a los nuevos tiempos.
En 1989, Sájarov inició su andadura política y fue elegido miembro del Congreso de los Diputados del Pueblo, la cámara parlamentaria soviética, donde abogó por el multipartidismo. Su defensa de los derechos humanos seguía siendo valorada internacionalmente, como demuestra, por ejemplo, el título de doctor honoris causa que recibió ese mismo año de la Universidad de Groningen (Países Bajos). Sin embargo, en el mes diciembre falleció de forma repentina en Moscú, a los 68 años.
El legado de la “conciencia de la URSS”
Conocido como “la conciencia de la Unión Soviética”, su legado fue recogido por el Centro Sájarov, creado en Moscú en los años noventa, y cuenta con archivo, biblioteca y materiales aportados por su esposa.
El Centro, al igual que Memorial, fue considerado agente extranjero en 2014 y multado –un destino que no solamente comparten asociaciones sino también personas–.
Sájarov ha sido homenajeado con un mural de la East Side Gallery en el Muro de Berlín –retratado por D. Vrubel–, un sello conmemorativo en 1991, una plaza en San Petersburgo, bustos en Nizhny Nóvgorod y Washington, también forma parte del trazado urbano de Nueva York, en la esquina Sakharov-Bonner.
Además, desde 1988 se conceden los Premios Sájarov a la libertad de conciencia del Parlamento Europeo en honor a su trabajo. De hecho, Memorial recibió este galardón en 2009, y, a lo largo de los años, también ha sido otorgado a otros activistas de Europa Oriental.
En 2021 se cumplió el centenario de su nacimiento. Entre los reconocimientos recibidos en su país, se inauguró una escultura en Sarov (conocida como Arzamas-16) en la que colaboraron distintas organizaciones –especialmente, la Fundación Andréi Sájarov– y también se lanzó el espacio virtual The Andrei Sakharov Museum.
En el pasado, Sájarov, y muchos otros, mandaron mensajes de distensión, propuestas de desarme y rechazo al uso de armas nucleares con el objetivo de tender puentes entre sistemas diferentes y promover la resolución pacífica de los conflictos y la lucha por las libertades. En la Rusia actual también hay activistas y organizaciones que siguen ese legado, como los galardonados con el Premio Nobel de la Paz Dmitri Murátov (2021) y Memorial (2022).
Magdalena Garrido Caballero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.