Al menos 125 aficionados al fútbol han muerto en Indonesia, y más de 300 han resultado heridos, en lo que se considera una de las peores tragedias en un estadio deportivo de la historia.
La catástrofe ocurrió el sábado por la noche en el estadio Kanjuruhan de Malang, en Java Oriental. Al parecer, hasta 3.000 aficionados entraron en el terreno de juego tras un partido de primera división en el que el Persebaya Surabaya derrotó al club javanés Arema por 3-2.
Decepcionados por la derrota, los hinchas del Arema lanzaron botellas y otros objetos a los jugadores y a los directivos antes de irrumpir en el campo, lo que acabó provocando una estampida mortal. Las imágenes de vídeo muestran a las fuerzas del orden disparando gases lacrimógenos y armadas con porras y escudos mientras persiguen a los hinchas en un esfuerzo por restablecer el orden.
Soy experta en seguridad de masas, con un enfoque específico en cómo impulsar la seguridad en grandes eventos, incluyendo los torneos deportivos. Como la mayoría de las tragedias de este tipo, los sucesos de Malang parecen tener un hilo conductor.
Lo que salió mal
Los medios de comunicación han informado de que el evento del sábado se llenó por encima de su capacidad. Según The Guardian, el ministro de Seguridad de Indonesia dijo que se habían emitido 42.000 entradas para un estadio con capacidad máxima para 38.000 personas.
En un recinto tan abarrotado, la decisión de la policía de utilizar gases lacrimógenos no habría hecho más que agravar una situación ya de por sí confusa y caótica.
Además, el estadio Kanjuruhan sólo tiene una salida (que es también la entrada). En entornos deportivos competitivos, las multitudes ya tienen las emociones exacerbadas. Así que no es difícil ver cómo una multitud frenética que se precipita por una única salida podría provocar muertos y heridos.
Estas lecciones se han aprendido anteriormente con el desastre de Hillsborough de 1989 y el desastre del Love Parade de 2010 (por nombrar algunos), en los que una combinación de acciones policiales, mala comunicación y mal acceso y salida de los asistentes termina en tragedia.
¿Pudo haberse evitado?
Sí, y se pueden utilizar algunas técnicas para que no vuelva a ocurrir.
Por ejemplo, las investigaciones han demostrado que iluminar el estadio para que el público sepa que el espectáculo ha terminado puede ayudar a que la salida se produzca de forma ordenada. Al público también le gusta salir de un recinto por donde ha entrado, por lo que todas las salidas deben estar abiertas, accesibles y bien iluminadas.
Además, el público del fútbol indonesio es conocido por su excitabilidad. Por lo tanto, el riesgo de que las multitudes se descontrolen debe gestionarse de forma preventiva.
Una forma de hacerlo sería separar a los espectadores en diferentes zonas, una técnica que ya se utiliza en los eventos de la Copa del Mundo. Esto puede reducir las tensiones en el estadio al disminuir la probabilidad de que los aficionados de diferentes equipos se encuentren.
La policía también puede formar una barrera pacífica alrededor del campo hacia el final del partido, para indicar a la multitud que están allí para controlar la situación. Y lo que es más importante, no es necesario que vayan armados. En el Reino Unido, la “policía blanda” se utiliza con gran éxito para la gestión de multitudes.
Y se ha demostrado que el hecho de que los agentes lleven gorras de béisbol y sudaderas en lugar de equipo antidisturbios (como ocurrió en Malang) suaviza la respuesta de la multitud y permite a la policía atravesar y disolver pequeñas escaramuzas antes de que se agraven.
El uso de gases lacrimógenos
El organismo rector del fútbol mundial, la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado), especifica en sus normas de seguridad que la policía no debe llevar ni utilizar armas de fuego ni “gases antidisturbios”.
El uso de gases lacrimógenos irrita los ojos y excita los receptores del dolor, lo que puede provocar pánico. En Malang, el uso de gas lacrimógeno en una situación ya de por sí tensa creó más pánico y provocó aglomeraciones.
Además, aunque la mayoría de las personas rociadas con gas lacrimógeno se recuperan, existe el riesgo de que se produzcan consecuencias para la salud a largo plazo en el caso de las personas expuestas a grandes dosis y de las personas con enfermedades preexistentes.
El uso del gas fue una mala decisión y probablemente empeoró la situación. El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, calificó los hechos como “un día oscuro para todos los implicados en el fútbol y una tragedia incomprensible”.
¿La última tragedia del fútbol en Indonesia?
En 1995, el investigador y expolicía británico Alexander Berlonghi defendió la importancia de comprender a las multitudes para garantizar una “actuación competente y eficaz” a la hora de gestionarlas.
Afirmó que si no se comprenden los matices del comportamiento de una masa humana, pueden producirse errores desastrosos en la planificación y el control de las multitudes. Más de dos décadas después, seguimos viendo cómo se cometen los mismos errores, con la consiguiente pérdida de vidas.
Tras esta nueva tragedia, el presidente de Indonesia, Joko Widodo, dijo que las autoridades deben evaluar a fondo la seguridad en los partidos, y añadió que esperaba que ésta fuera “la última tragedia futbolística en el país”.
La violencia es habitual en los partidos de fútbol en Indonesia, con espectadores que presuntamente golpean a los seguidores del equipo rival si son reconocidos como tales.
De cara al futuro, hay que centrarse en el desarrollo de estrategias preventivas de reducción de daños, y garantizar que la policía esté adecuadamente formada para manejar este tipo de situaciones. También es urgente revisar la cultura general del fútbol en Indonesia.
Si la historia sirve de algo, las autoridades tendrán que tomar medidas drásticas para asegurarse de que los sucesos del sábado no se repitan.
Alison Hutton no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.