Un repaso por la historia nos hace ver que un país como Inglaterra, con una tradición monárquica consolidada, ha demostrado que la Corona tiene la virtualidad histórica suficiente para sobrevivir a los azares dinásticos, pese a las deficiencias que puedan presentar las personas del entorno familiar de los soberanos.
Parece claro, tras la muerte de la reina Isabel II, que el monarca se mantendrá y, si cumple bien con su cometido, será respetado, siendo este el papel de la monarquía británica. El resto de la familia real quedará relegado al papel de meros aristócratas y desaparecerán de actos oficiales y públicos y nunca más representarán al monarca, tal y como indicó en su día el que fuera director del diario liberal The Independent: “Creo que todo seguirá igual que ahora, pero poco a poco, la familia real perderá el afecto que le dispensan los británicos”.
Una reina que batió récords
A sus 96 años, la reina Isabel II del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte ha batido todos récords de la historia real británica. Celebró este mismo año, a partir del 6 de febrero de 2022, su Jubileo de Platino, con el que se ha conmemorado sus 70 años en el trono y en el que renovó, en el denominado Día de la Adhesión, su compromiso de servicio público adquirido en su histórico discurso del 21 de abril de 1947. En este discurso, transmitido por radio, la princesa Isabel, entonces heredera al trono con 21 años, proclamó un solemne acto de consagración: “Declaro ante todos –dijo con voz juvenil– que toda mi vida, sea larga o corta, estará dedicada a vuestro servicio y al servicio de nuestra gran Commonwealth imperial, a la que todos pertenecemos”.
Este longevo periodo reinante ha sido bruscamente truncado con su fallecimiento el día 8 de septiembre de 2022.
Descendiente de una familia principesca del imperio y emparentada con los Estuardo y con los Sajonia-Coburgo-Gotha, Isabel II formaba parte de la dinastía denominada en la actualidad Mountbatten-Windsor, que accedió al trono mediante la Ley de Instauración de 1701.
Todas sus jefaturas
Nacida el 21 de abril de 1926 y bautizada con los nombres de Isabel, Alejandra y María, nada ni nadie hacía presagiar en ese momento que heredaría la corona británica, pero la abdicación por amor de su tío Eduardo VIII (1894-1972), convirtió a su padre, Jorge VI (1895-1952), en rey de la noche a la mañana y la posterior repentina muerte del mismo permitió su acceso al trono con menos de treinta años. De esta forma, fue coronada el 2 de junio de 1953, convirtiéndose, además, en jefa de la Iglesia anglicana.
Además de soberana del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, era jefa de la Commonwealth, actualmente compuesta por 54 estados independientes, de los cuales la reina seguía siendo jefa de Estado de 16, y Defensora de la Fe, título que la inscribía como cabeza de la Iglesia anglicana desde el día de su coronación en que fue ungida y reconocida como tal.
El 20 de noviembre de 1947 contrajo matrimonio con Felipe de Mountbatten (1921-2021), duque de Edimburgo, conde de Merioneth, barón de Greenwich y príncipe del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, con tratamiento de alteza real por Concesión Real del 22 de enero de 1957, quien ostentó, antes de su enlace matrimonial, los títulos de príncipe de Grecia y Dinamarca, renunciando a los mismos con ocasión de su matrimonio y nacionalizarse británico.
De este matrimonio nacieron cuatro hijos: Carlos (1948), príncipe de Gales desde el 1 de julio de 1969; Ana (1950), princesa Real desde el 13 de junio de 1987; Andrés (1960), duque de York desde el 23 de julio de 1986, y Eduardo (1964), conde de Wessex desde el 19 de junio de 1999. Los descendientes varones de Isabel II, si no son príncipes de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, utilizan el apellido Mountbatten-Windsor, desde el Decreto Real de 8 de febrero de 1960.
En relación con la línea de sucesión, la Corona británica es hereditaria por la línea de primogenitura en la descendencia de la línea protestante de la princesa Sofía (1630-1714). Como consecuencia de esto, el orden sucesorio hoy en día sería el siguiente:
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S.A.R. el príncipe Guillermo y sus descendientes.
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S.A.R. el príncipe Enrique y sus descendientes.
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S.A.R. el duque de York y sus descendientes.
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S.A.R. el conde de Wessex y sus descendientes.
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S.A.R. la princesa Ana y sus descendientes.
Su parentesco con las casas reales europeas
La reina Isabel II tenía parentesco de consanguinidad con muchos de los jefes de las casas reales europeas. Habría que remontarse hasta Luis-Rodolfo de Braunschweig (1671-1735), duque de Wolfenbüttel, casado en 1690 con Cristina Luisa de Oettingen (1671-1747), para unir por la línea de consanguinidad a la mayor parte de las casas reales de Europa (Dos Sicilias, Liechtenstein, Italia, Bélgica, Bulgaria, Portugal, Austria-Hungría, Rumania, Yugoslavia, Rusia, España y Grecia).
Para el resto de las casas reales de Europa, como son Luxemburgo, Suecia, Alemania, Dinamarca, Noruega y Holanda, habría que remontarse genealógicamente hasta el matrimonio de Carlos II (1741-1816), duque de Mecklenburg-Strelitz, y su primera esposa, Carolina de Hessen (1752-1782), para la primera de ellas, y al de Federico II (1744-1797), rey de Prusia, y su esposa Luisa de Hessen (1751-1805), para el resto.
Hoy en día no quedan trazas del poder personal político que antaño han tenido los soberanos del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, aunque con una gradual concesión de sus prerrogativas, los soberanos británicos han sabido conservar el trono. Isabel II, como soberana de Inglaterra y jefe de la múltiple y plurirracial Commonwealth, ha ejercido un poder puramente simbólico.
El prolífico escritor de obra literaria y compositor musical, conocido mundialmente por su obra La naranja mecánica, John Anthony Burgess Wilson (1917-1993), llegó a decir de la familia real inglesa:
“Tales personas deben estar empapadas del protocolo real, deben desear abstenerse de ciertas libertades básicas que la gente corriente tiene garantizadas, ser constantemente discretas, evitar celosamente el escándalo y mostrar ante el mundo un rostro que oculte las emociones humanas más comunes”.
“El Puente de Londres ha caído”
El secretario privado de la reina comunicó la noticia del fallecimiento de la soberana informando a la primera ministra, al secretario del Gabinete y a la oficina del Consejo Privado, así como a los altos funcionarios del país, con la ya conocida frase en clave: “El Puente de Londres ha caído”.
Su funeral tendrá lugar en la Abadía de Westminster en Londres y será oficiado por el Arzobispo de Canterbury, máxima autoridad religiosa del anglicanismo.
Posteriormente será enterrada en el Castillo de Windsor y, de esa manera, concluirá el reinado más longevo en la historia de la monarquía británica.
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