El contexto global actual está lleno de retos. Entre ellos, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad son dos de los más relevantes. Sobre el primero nos hablan los medios de comunicación de modo insistente.
Por ejemplo, en junio de 2022 rozamos el límite de los 421 ppm (medida de concentración empleada para indicar la presencia de elementos en muy pequeña cantidad) de CO₂ y hay un amplio consenso a la hora de interpretar consecuencias graves tales como olas de calor, incendios o inundaciones ya presentes.
En cambio, sobre la pérdida de biodiversidad son solo noticia las especies más icónicas, pero, desgraciadamente, este concepto y las consecuencias de su pérdida no son tan conocidas.
Biodiversidad: un concepto complejo
Junto a animales y plantas, la biodiversidad se define como el conjunto de seres vivos en todas sus formas y en todas sus interacciones incluidos hongos, protozoos, virus y bacterias. Pero se trata de algo más complejo, dado que, junto a la diversidad de especies, este concepto también comprende la diversidad genética (intra e interespecífica) y la diversidad de ecosistemas.
Y de la biodiversidad obtenemos alimentos, medicamentos, recursos y energía además de otra serie de servicios impagables: la regulación del clima, la depuración de agua, el control de la erosión o la polinización entre muchos otros.
El papel de la educación
Sin duda, para hacer frente a este reto la educación es una herramienta con un enorme potencial. De ahí que durante los últimos años se hayan redoblado esfuerzos para determinar cómo enseñar mejor en el ámbito de la educación para la biodiversidad.
Un modo de evaluar el conocimiento sobre la naturaleza que tienen los jóvenes es determinar qué especies conocen. Esto permite hacer un listado de especies y los factores que más determinan su mención: los intereses hacia la naturaleza, el lugar de residencia, el tipo de centro educativo, la renta per cápita, las preferencias por animales o vegetales, etc.
Más animales que vegetales
Investigadores e investigadoras de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi hemos analizado el conocimiento sobre especies de fauna y flora de 1 000 jóvenes de entre 12 y 13 años del País Vasco.
Les hemos pedido que listen espontáneamente las especies silvestres que tienen en mente (10 animales y 10 vegetales) para así obtener el repertorio mental.
Los resultados muestran que el alumnado piensa en especies animales con más facilidad que en las vegetales: la mayoría (más del 80 %) son capaces de nombrar sin problemas 10 especies animales, mientras que tan solo el 7 % es capaz de completar ese listado de 10 vegetales.
Vivir de espaldas a las plantas
Este hecho es síntoma de un fenómeno descrito hace dos décadas: la ceguera hacia las plantas, que nos impide ver, conocer y reconocer el papel que los vegetales desempeñan en el mantenimiento de la vida. En este sentido urge quitarnos cuanto antes la venda de los ojos y dejar de vivir de espaldas al mundo vegetal y valorar su trascendencia como sustento fundamental de la vida en el planeta.
Las especies más citadas por el alumnado han sido el león, el tigre, el lobo, el jabalí y el oso. Muchas de estas especies son carismáticas, especialmente los mamíferos de mayor tamaño. Sin embargo, los invertebrados y los anfibios apenas aparecen en sus listados, a pesar de que los primeros representan el grupo faunístico más abundante y diverso a nivel planetario y los segundos poseen el mayor rango de amenaza a nivel mundial.
La importancia del lugar de residencia
Al analizar qué factor posee una mayor influencia sobre estos resultados, hemos determinado que el tamaño del municipio es el más decisivo. A mayor entidad, menor capacidad. Así, el alumnado de ciudades más grandes menciona más animales exóticos, mientras que los de municipios menos poblados cita más autóctonos.
Estos resultados ponen de manifiesto la escasa conciencia frente a las especies autóctonas, de ahí que hayamos propuesto el término disparidad de percepción de las especies nativas para reflejar que los adolescentes apenas conocen las especies locales. Y ese es un problema grave porque, entre otros factores, las especies invasoras son un elemento que provoca la pérdida de la biodiversidad local.
Un frenazo en el conocimiento de la naturaleza
Los resultados de la investigación muestran que para hacer frente a los escenarios actuales y futuros se han de desarrollar nuevas herramientas y contextos de enseñanza y aprendizaje sobre la biodiversidad local. Y el papel de la educación es clave en este camino.
Se ha comprobado en numerosos países que la transmisión del conocimiento del medio natural en las sociedades urbanizadas ha registrado un frenazo durante las últimas décadas y que, a día de hoy, el contacto con la naturaleza se realiza a través del tiempo libre. Sin embargo, a menudo, la naturaleza en el tiempo libre no es más que un mero escenario.
En consecuencia, es perentorio, tanto en la educación formal como en la no reglada, que además de disfrutar de la naturaleza, empleemos el medio ambiente para formular hipótesis, realizar pequeñas investigaciones y, en definitiva, para fomentar la indagación y crear contextos que sirvan para conocer mejor el entorno natural que nos rodea.
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