El cambio climático amenaza la supervivencia de un número cada vez mayor de especies: entre un 20 y un 30 % de plantas y animales sufrirán alteraciones en su distribución o entrarán en riesgo de extinción si el calentamiento global alcanza los niveles previstos para finales de este siglo.
Proyectar escenarios futuros de modificación en el paisaje vegetal sobre la base de las predicciones del cambio climático puede ayudar a planificar medidas de conservación y manejo de las especies animales. Así será posible mitigar las posibles contracciones y desplazamientos de las actuales áreas de alimentación y refugio.
En dos estudios recientes, miembros del Grupo de Investigación del Oso Cantábrico hemos evaluado el impacto potencial del calentamiento global en las principales plantas de las que se alimenta el oso pardo de la cordillera Cantábrica. Nuestros resultados sugieren que este fenómeno podría alterar los rangos geográficos de esta especie.
La dieta del oso: gramíneas, frutas y bellotas
La alteración del paisaje debida al cambio climático afectará a aquellas especies que dependen de frutos y bellotas para alimentarse. Una de ellas es el oso pardo cantábrico (Ursus arctos), cuya dieta se basa en vegetales.
Estos plantígrados consumen gramíneas en primavera, frutas carnosas (especialmente arándanos silvestres) en el verano y bellotas durante el período de la hiperfagia en otoño. Durante este último, los osos pasan la mayor parte de su tiempo activo buscando alimento para almacenar grasa, esencial para una hibernación exitosa y para la reproducción.
En el caso de poblaciones de animales pequeñas y en peligro de extinción, como es el oso pardo, los efectos del cambio climático sobre sus recursos tróficos pueden anular considerablemente los esfuerzos de conservación y gestión realizados a otros niveles, como la reducción de conflictos entre humanos y vida silvestre.
La recuperación del oso pardo en la cordillera Cantábrica ha sido uno de los mayores logros en conservación de estas últimas décadas en España. Esta población ha pasado de estar al borde de la extinción con unos cincuenta ejemplares en los años 90 a más de 300 a principios de esta década. Pero el cambio climático podría estar poniendo en peligro el futuro de esta especie en España.
Menos alimento, menos osos
Para describir diferentes situaciones futuras, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) emplea trayectorias de concentración representativas (RCP) de gases de efecto invernadero entre la era preindustrial y el año 2100. Nuestras proyecciones han modelado cambios en el hábitat del oso utilizando la RCP 4.5 (escenario moderado) y RCP 8.5 (escenario pesimista) para 2050 y 2070.
Nuestras previsiones indican que los hayedos de la cordillera Cantábrica podrían ser los más afectados en los dos escenarios, ya que se reducen a la mitad en el escenario moderado y casi desaparecen en el pesimista. La distribución del arándano se contraería a la mitad. Y lo mismo podría ocurrir con el roble pedunculado y el roble albar.
Como consecuencia de la extensa reducción de la mayor parte de la cubierta forestal y de las arandaneras, la población de osos pardos podría disminuir drásticamente su área de distribución geográfica en el futuro:
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En el escenario moderado, la población osera podría reducirse a la mitad tanto para 2050 como para 2070.
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En el escenario pesimista, aparece una contracción dramática: el oso pardo solo se encontraría en el 24 % (2050) y 12 % (2070) del actual rango de distribución.
Cambios que acentúan conflictos con el hombre
Los modelos también indican un posible desplazamiento de la población de oso pardo hacia el norte. Esta migración puede explicarse principalmente por el cambio en la distribución de castaños y robles y la desaparición del arándano, del haya y del roble albar.
También se espera que las modificaciones en el paisaje vegetal desplacen a los osos pardos de las zonas montañosas hacia otras más humanizadas. Así, podemos prever un aumento de los conflictos con las actividades humanas y, consecuentemente, un posible aumento de la mortandad de los osos.
Efectos negativos adicionales podrían incluir una tendencia a una dieta más carnívora, lo que aumentaría los conflictos con los ganaderos, un limitado almacenamiento de grasa antes de la hibernación y un aumento de la competencia intraespecífica con otros consumidores de bellotas como ungulados salvajes y ganado.
Mirar al futuro para actuar en el presente
La magnitud de los cambios proyectados enfatiza que las prácticas de conservación centradas solo en los osos pueden no ser apropiadas. Se necesitaría una planificación de conservación y manejo de la especie más dinámica, incorporando las modificaciones del hábitat determinadas por el cambio climático en las estrategias de conservación de especies.
Evidentemente, las proyecciones sobre el impacto del cambio climático no pueden tener en cuenta las respuestas adaptativas potencialmente complejas de la especie. A pesar de esto, estas predicciones representan un primer paso importante en el que confiar para la futura conservación del oso pardo. Nos permiten empezar a centrarnos en aquellas áreas a las que estas especies podrían desplazarse.
Por ejemplo, la colonización asistida por plantas, es decir, el traslado intencional de especies vegetales a lugares climáticamente adecuados fuera de sus rangos actuales, son estrategias que ya se están explorando para hacer frente a un clima cambiante.
Así, junto a las acciones de conservación encaminadas a mantener a los osos en sus áreas de distribución actuales, habría que fomentar prácticas encaminadas a conservar y gestionar aquellas áreas favorables para ser habitadas por los osos como consecuencia de las modificaciones debidas a cambio climático.
Vincenzo Penteriani recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación, la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y FEDER (proyecto del Plan Nacional bearMOVE, PID2020-114181GB-I00).