Andrea Chacón Chacón, Estudiante universitaria
De cara a las elecciones presidenciales en nuestro país recordamos, una vez más, la deuda histórica que tenemos en relación con la representación femenina en cargos de elección popular. En esta línea, debemos tomar en cuenta que celebramos 200 años de vida independiente con una sola mujer que ha ejercido el rol de la Presidencia de la República en toda nuestra historia.
Muchos se preguntan por qué se suele hacer esta distinción, la de aclarar que es una mujer quien ocupa un cargo político. Muchos considerarán también que es una aclaración innecesaria y que con ella fomentamos la discriminación. Ante esta consideración respondo que es muy sabio el dicho que indica que “lo que no se nombra no existe”. Si no se visibiliza la desigualdad a la que nos enfrentamos las mujeres dentro de los espacios políticos, no se puede trabajar para cambiar esta realidad.
Es importante tener claro que cuando se hace referencia al género femenino a nivel de espacios de representación buscamos una, muy necesaria, reivindicación a las mujeres por la escasa participación y la posibilidad real que tenemos de acceder a dichos cargos. Además, las mujeres nos enfrentamos a muchos más obstáculos que un hombre para ejercer nuestros liderazgos, por ejemplo la responsabilidad de cuido de los hijos y del hogar. Lo cual, limita de manera significativa la posibilidad de aspirar y acceder a puestos políticos, mucho más si nos referimos a la posibilidad de ocupar la Presidencia de la República o una diputación.
Con lo anterior planteamos nuestra primera preocupación, la falta de representatividad de las mujeres en espacios de representación. Sin embargo, surge una preocupación e interrogante paralela a esta, ¿necesitamos solo liderazgos femeninos o lo que necesitamos son liderazgos y representantes feministas?.
Resulta tan relevante la apertura de los espacios para candidaturas y representantes mujeres, como el impulsar candidaturas que posicionen una agenda direccionada a la equidad e igualdad de género y el posicionamiento de las demandas planteadas desde los feminismos. Si bien debemos procurar que los espacios de representación sean accesibles para las mujeres debemos velar por que esto no se convierta solo en un privilegio de unas pocas, sino en una herramienta de transformación donde se impulsen iniciativas para que la vida de las mujeres en nuestro país sea más justa y donde existan mayores oportunidades de todo tipo.
Las mujeres que tienen la posibilidad de ocupar cargos de representación cuentan con una responsabilidad adicional, dar voz y visibilidad a la mitad de la población que ha sido tratada en múltiples ocasiones como “ciudadanas de segunda categoría”. Nuestro país y nuestros gobernantes han pecado de disponer de los derechos de las mujeres a su conveniencia y utilizarlos incluso como monedas de cambio ante negociaciones políticas, situación que es inaceptable en un país donde la igualdad se encuentra declarada incluso a nivel constitucional.
Gobernantes, en su mayoría hombres, han sido quienes siempre han legislado y decidido sobre nuestros derechos, nuestros cuerpos, nuestras familias y nuestros trabajos, y sobre cómo las mujeres debemos priorizar unos sobre otros. Es hora de que sean las mujeres representantes quienes puedan liderar las iniciativas dirigidas a mejorar nuestras condiciones de vida. Sin embargo, cabe resaltar que este liderazgo debería de ejercerse desde una formación y agenda feminista que posicione los derechos de las mujeres desde las necesidades y demandas de las mujeres mismas.
Aumentar la cantidad de representantes mujeres es solo la mitad del camino con respecto a lo que necesita nuestro país. Poco cambiará si estos liderazgos se ejercen defendiendo las agendas posicionadas y muchas veces también impuestas por los hombres y partidos conservadores, donde se tiende a posicionar temas de género desde la instrumentalización de la temática; gobernando bajo lo que nuestra sociedad patriarcal y discursos populistas consideran que necesitamos las mujeres.
Necesitamos mujeres representantes que no se limiten a hablar de temas como la paridad y cuotas de participación. Al contrario, necesitamos representantes dispuestas a posicionar temáticas que suelen ser normalmente rechazadas a nivel social como los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, la legalización del aborto, impulso de programas de capacitación para la población en temas de equidad de género, impulso de una política exterior feminista, prevención de la violencia contra las mujeres, entre otros relevantes temas que conforman la agenda feminista.
Por lo anterior, fomentar e impulsar liderazgos y representaciones de mujeres feministas resulta fundamental. Nuestro país requiere de una participación desde, para y por las mujeres tomando en cuenta nuestras necesidades reales y proponiendo soluciones concretas desde los distintos feminismos para la construcción de un país más equitativo y justo.
El próximo 6 de febrero, entre las opciones que nos ofrecen los diferentes partidos tanto con candidaturas a la Presidencia como a diputaciones, procuremos elegir representantes no solo femeninas sino feministas.