En el contexto de grave crisis sanitaria, económica y social generada por la pandemia del COVID-19, América Latina y el Caribe recibió 105.480 millones de dólares por concepto de inversión extranjera directa en 2020, lo que representa un 34,7% menos que en 2019, y el monto más bajo desde 2010, informó este jueves la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) al presentar su estudio anual La Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe 2021.
A nivel mundial, los flujos de inversión se redujeron un 35% en 2020, alcanzando aproximadamente un billón de dólares, lo que representa el valor más bajo desde 2005.
América Latina y el Caribe se encuentra en una tendencia decreciente desde 2013, lo que ha dejado en evidencia la relación entre las inversiones y los ciclos de precios de las materias primas, principalmente en América del Sur, según el informe lanzado en conferencia de prensa virtual por Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva del organismo regional de las Naciones Unidas.
América Latina se quedará al margen
El contexto internacional sugiere que la inversión extranjera directa tendrá una recuperación lenta. Por otra parte, la búsqueda de activos en sectores estratégicos para la reactivación internacional y para los planes públicos de transformación de la estructura productiva (infraestructura, industria de la salud, economía digital, etc.) indica que gran parte de estas operaciones tendrían como destino Europa, América del Norte y algunos países de Asia, aumentando las asimetrías globales.
En América Latina y el Caribe, las proyecciones mostraron una recuperación entre septiembre de 2020 y febrero de 2021; sin embargo, desde ese mes y hasta mayo de 2021 se está verificando una nueva caída en el valor de los anuncios.
“En este escenario es difícil pensar que las entradas de inversión extranjera hacia la región tengan un incremento superior al 5% en 2021”, señala el informe de la Comisión Económica de la ONU.
Los flujos no han transformado el modelo de América Latina
“La inversión extranjera ha hecho aportes relevantes en América Latina y el Caribe, pero no hay elementos que permitan afirmar que en la última década haya contribuido a cambios significativos en la estructura productiva de la región o que haya servido como catalizador para la transformación del modelo de desarrollo productivo. Hoy el desafío es mayor por las características y la magnitud de la crisis. Necesitamos canalizar la inversión extranjera hacia actividades que generen mayor productividad, innovación y tecnología”, sostuvo Bárcena.
La CEPAL, ha identificado ocho sectores estratégicos para dar un gran impulso para la sostenibilidad en la región. Estos sectores son:
- la transición hacia energías renovables
- la electro movilidad sostenible en ciudades
- la revolución digital inclusiva
- la industria manufacturera de la salud
- la bioeconomía
- la llamada economía de los cuidados
- la economía circular
- el turismo sostenible
El informe muestra que solo en cinco países aumentó la ayuda extranjera en 2020: Bahamas y Barbados en el Caribe; Ecuador y Paraguay, en América del Sur; y México, el segundo mayor receptor de la región después de Brasil.
Sectores más afectados y los más beneficiados
Los sectores de recursos naturales y manufacturas, con reducciones del 47% y 38%, respectivamente, fueron los más golpeados en 2020.
Las energías renovables se mantuvieron como el sector de la región que despierta el mayor interés de los inversores extranjeros.
Estados Unidos aumentó de 27% a 37% su participación en la inversión extranjera de la región en 2020 ante la fuerte caída de Europa, que bajó del 51% al 38%, y de América Latina, que pasó del 10% al 6%.
“La menor caída de Estados Unidos se explica principalmente por el aumento de las inversiones de este país en Brasil en 2020. Por el contrario, las entradas desde los dos países europeos que tenían más inversiones en Brasil —los Países Bajos y Luxemburgo— se redujeron entre 2020 y 2019, lo que determinó una caída del peso de Europa como inversionista”, plantea el documento.
En 2020, los flujos de las empresas transnacionales latinoamericanas (translatinas) también se desplomaron, al caer un 73%, aunque con elevada heterogeneidad: mientras Chile y México mostraron un incremento en los flujos el exterior, Argentina, Brasil, Colombia y Panamá registraron retrocesos.
“Además de mantener la ayuda de emergencia orientada a los sectores de la población más vulnerables y a las empresas de menor tamaño, los países de la región deben poner en marcha planes estratégicos tanto de reactivación como de transformación de la producción. Los gobiernos y el sector privado deben utilizar sus capacidades para que la política de atracción de capitales extranjeros sea parte de la política industrial como instrumento de transformación de la estructura productiva”, enfatizó Bárcena.
La inversión de China, capítulo aparte
El segundo capítulo del informe, titulado “La inversión de China en un mundo que cambia: implicaciones para la región”, plantea que “el proceso de recuperación de América Latina y el Caribe de la pandemia de COVID-19 es una oportunidad de iniciar una nueva etapa en las relaciones económicas con China y de elaborar políticas que aseguren que las inversiones de ese país contribuyan a construir capacidades productivas en los países receptores, a establecer vínculos con proveedores locales, a generar empleo y a promover el desarrollo sostenible. La multilateralidad debe formar parte de esta aproximación estratégica”.
Finalmente, el tercer capítulo, titulado “Estrategias de inversión en la era digital”, analiza el desarrollo digital en el mundo y la región a través de un modelo conceptual que incluye tres dimensiones (economía conectada, economía digital y economía digitalizada) y aborda diversos desafíos en materia de inclusión, innovación, regulación y tributación, entre otros. La inversión extranjera puede contribuir a la transformación digital en América Latina y el Caribe, afirma la CEPAL, pero si no se consideran las características estructurales de las economías de la región la digitalización podría profundizar las brechas existentes y generar mayor exclusión e inequidad distributiva, concluye.