Lucía Caruso nació en Mendoza, Argentina, y desde los cuatro años improvisaba e inventaba melodías con sus instrumentos de juguete, y hasta dirigía orquestas de ositos de peluche.
“A los 12 decidí que la música sería mi carrera”, dice la ahora compositora, pianista y directora de la orquesta Manhattan Camerata en Nueva York.
A esa misma edad, Lucía se encaminó en lo que se convertiría su pasión de vida. Ella escribió el guión de una película bíblica, inspirada por los “biblical spectaculars” de los años 60 como Ben Hur, King of Kings y Quo Vadis, y con la ayuda de su padre lo produjo.
En todo lo que es la industria del cine, las mujeres que componen para películas son apenas entre un 2 y 3%.
“Los actores éramos todos niños compañeros del colegio. Los adultos y profesores nos ayudaban a conseguir materiales, disfraces etc. Y nos llevaban al camino a las montañas de los Andes a filmar todos los sábados.”
Lucía se inspiró en el compositor de cine Miklós Rózsa, y creó la música para su película con un sintetizador.
“Fue algo casero y modesto… pero fue el gran empuje que me incentivó a hacer música de cine”.
De niña, Lucía nunca pensó que la carrera que había elegido era una dominada principalmente por hombres.
“En cine, en todo lo que es la industria del cine, las mujeres que componen para películas son apenas entre un 2 y 3%”, resaltó durante una entrevista con Noticias ONU. Es decir, de cada cien compositores, solo dos o tres son mujeres.
La terrible desigualdad de género en la industria de la música
La de Lucía, fue una cifra que impactó a los participantes de una sala de conferencias llena de mujeres que trabajan en la industria de la música, quienes se dieron cita recientemente en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York para discutir y concienciar sobre los desafíos que enfrentan.
Impulsada por la embajada de Perú ante las Naciones Unidas y el Foro Internacional de las Mujeres, la reunión resaltó preocupantes estadísticas que en pleno 2019 continúan siendo “lo normal” dentro de las disqueras, los conciertos y los festivales de música, y las orquestas de música clásica, así como en otras instancias musicales.
“La discriminación, el acoso sexual, la escasez de oportunidades para el progreso profesional, la brecha salarial, la falta de visibilidad, es algo muy común en la industria de la música, y por supuesto, nos enfrentamos a los prejuicios comunes que existen contra las mujeres”, asegura Neeta Ragoowansi, abogada y miembro de la ONG “Women in Music” (Mujeres en la música), una organización que invita específicamente a discutir y solucionar estos desafíos.
“Hay que hablar sobre esto, porque mucha gente no se da cuenta. Ellos ven a las mujeres en la portada de las revistas: ’Pero si están Beyonce, Rihanna, Britney Spears… Hay muchas mujeres en la música’”. Hay que revisar las estadísticas y darse cuenta de que esto no es cierto”, dice.
La verdad es que, según cifras recogidas por varias organizaciones y medios de comunicación, a través de todas las regiones, la división de género en la industria de la música es alrededor de un 70% hombres y un 30% mujeres.
Por ejemplo, en Estados Unidos, solo el 15% de las discográficas son propiedad mayoritaria de mujeres; en Canadá, apenas el 6% de los productores reconocidos lo son y sólo un 7% del personal de ventas y desarrollo de la industria son mujeres; en Europa, las compositoras registradas suman apenas un 20% del total.
Además, de la lista de las 600 canciones más populares entre 2012 y 2017, solo el 22% fueron interpretadas por mujeres, y el 12% creadas por compositoras.
En 2018, “Women in Music” reveló una cifra aún más impactante entre las mujeres que trabajan en la música clásica. Solo 76 de los 1445 conciertos ofrecidos el año pasado por grandes orquestas de música clásica incluyeron al menos una pieza compuesta por mujeres. Y de entre todas las obras que se tocaron (más de 3500), sólo el 2,3% fueron hechas por compositoras.
Jane Merryl, no es ajena a esta realidad, que ha vivido por décadas desde que comenzó su carrera como compositora, productora y cantante.
A través de los años, he sido víctima de sexismo, de tener un salario inferior que el de mis compañeros, me ha costado poner mi nombre en mis composiciones, entre otros desafíos, que he experimentado solo por ser mujer.
“A través de los años, he sido víctima de sexismo, de tener un salario inferior que el de mis compañeros, me ha costado poner mi nombre en mis composiciones, entre otros desafíos, que he experimentado solo por ser mujer”, lamenta, explicando que para poder triunfar en su carrera ha tenido que bajar la cabeza y seguir trabajando en muchas áreas diferentes.
Jane hizo estudios superiores de música en reconocidas instituciones como la Universidad de Boston, Juilliard y Berklee. Ha trabajado en la composición de música para radio y televisión, ha sido profesora, artista de cabaré y hasta nominada a un Premio Grammy a la mejor canción de Jazz, entre otras cosas.
“Cuando tenía 14 años estaba audicionando para la Orquesta Sinfónica de Boston ‘Los pops’, y me dijeron que tenía que tocar como un hombre y hacerme valer como un hombre. La verdad es que seguimos viviendo en un mundo patriarcal y a pesar de que como mujeres seamos capaces, tenemos que serlo en muchos aspectos para ser reconocidas y aceptadas”, dijo.
Para Jane, el problema radica en que en las posiciones de poder en la industria los hombres sigan siendo mayoría: “las mujeres no tocamos un instrumento mejor o peor, lo hacemos diferente, y a veces ellos no entienden cómo recibir una energía diferente”.
Actualmente en los Estados Unidos, donde creció Jane, de las veinte orquestas clásicas más reconocidas, sólo una es dirigida por una mujer.
Una discriminación que no es nueva
“Si tú dices, bueno, cítame compositores en la música clásica, ¿qué se te viene a la mente? Todo el mundo va a pensar Mozart, Schubert ¿verdad? Es lo primero que te viene a la cabeza, ¿por qué?”, se pregunta Verónica Sabbag, diplomática de la Unión Europea y fundadora de la ONG “United Voices 4 Peace”, que se traduce como voces unidas por la paz.
Verónica recuerda con cierto disgusto aquella vez que escuchó cuando en un programa de radio pidieron a sus oyentes que llamaran y dieran el nombre de una mujer compositora famosa de música clásica. “La gente no era capaz de citarla. Al nivel de Mozart no se nos ocurre nadie”, dice.
La diplomática no está sola en esta pregunta. Al hacer una búsqueda rápida en línea sobre mujeres compositoras lo que se encuentra principalmente son artículos de ONG´s y museos intentando resaltar el legado de las mujeres que han sido invisibles en la historia de la música.
“Nosotras hemos estado informándonos y, por ejemplo, la hermana de Mozart era una música estupenda, lo que pasa es que no tuvo la oportunidad de vivir de, ni de concentrarse en eso. Cuando tenía que marcharse para las giras, pues no la dejaban. Su padre no la dejaba. Entonces, las oportunidades han sido muy diferentes”, asegura Verónica.
Grandes compositoras como Hildegarda de Bingen (1098-1179), una monja alemana de la edad media, que al ser la primera y única mujer autorizada por su iglesia para predicar, escribió obras musicales completas para su convento, que compartió en numerosas giras religiosas y templos; así como Francesca Caccini (1587-1641), quien habría sido la primera mujer italiana en escribir una ópera que fuera interpretada exitosamente, y aun así se asumió que sus composiciones eran de su padre; y muchas otras, han quedado en el olvido, y poco a poco han sido “desenterradas” por historiadores, investigadores y músicos a través de los años.
La misma Clara Schumman (1819-1896), una de las compositoras alemanas más famosas de la era romántica, desconocía a sus predecesoras, y alguna vez escribió: “Una mujer no debe desear componer, nadie lo ha logrado, ¿por qué yo debería poder?”. La compositora y pianista se hizo famosa en gran parte gracias al apoyo de su esposo, Robert Schumman, también músico y que apostó por su talento, algo que era especialmente fundamental en aquella época.
Una historia que parece no cambiar
En pleno siglo XXI, la cantidad de mujeres compositoras ha crecido exponencialmente, pero siguen siendo poco conocidas.
“Es un tema social muy grave, sinceramente, la falta de representación de las mujeres, la falta de igualdad y es un tema que nos toca directa o indirectamente, a cada uno nos toca de manera diferente, pero a todos nos toca. Yo no conozco ninguna cultura que no tenga música”, afirma Verónica.
Junto a su ONG, la diplomática trabajó en un importante proyecto de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos en el marco de la celebración del 70 Aniversario de la Declaración Universal.
Diez composiciones, escritas por mujeres e inspiradas en la lucha por los derechos humanos fueron elegidas para ser interpretadas en un concierto de Gala en el Teatro Argentina, en Roma, Italia, a finales de 2018.
Recibimos más de 500 partituras, de cientos de países. Entonces, el problema no es que las mujeres no están ahí, las mujeres están allí. ¿Si están allí entonces porque no son conocidas?
“Global Women in Music for Human Rights, donde hicimos un llamado a las mujeres compositoras para que enviaran sus trabajos. Recibimos más de 500 partituras, de cientos de países. Entonces, el problema no es que las mujeres no están ahí, las mujeres están allí. ¿Si están allí entonces porque no son conocidas?”, dice.
Para Lucia Caruso, el problema radica a veces en la misma ignorancia sobre la existencia de esta discriminación, incluso por parte de las mismas mujeres. Ella lo ha visto especialmente reflejado en su trabajo como compositora para películas.
“Al principio no me daba cuenta, era chica, era niña. Me empecé a dar cuenta cuando inicié a hacer música de cine porque comencé a ir a festivales, y las mujeres no se enteran de que no hay mujeres compositoras de películas”.
Lucia resalta que en la industria del cine en los últimos años se ha impulsado que haya cada vez más mujeres directoras, por ejemplo. El hecho de que ya haya un Oscar ganado por una mujer, y otras más nominadas por categorías generalmente dominadas por hombres como cinematografía y producción, es una señal de avance, pero no es suficiente.
“Hacen un big deal (le dan mucha importancia) por ejemplo con Wonder Woman, la última película de la Mujer Maravilla que salió, porque la directora es mujer Patty Jenkins, al igual que las productoras, la cinematografía y las primeras escenas, que son solo con mujeres durante 17 minutos, ¿pero el compositor de la música de la película?, es un hombre”, resalta.
Lucía asegura que hasta tuvo la oportunidad de preguntarles a varias directoras sobre si se habían dado cuenta de la falta de representación de las mujeres en la composición de la música para el cine.
“No yo nunca pensé en eso, dicen, no se me había ocurrido. A la gente ni siquiera se le ocurre”.
Los problemas y las posibles soluciones
Verónica Sabbag asegura que el sector de la música refleja de manera casi extrema los problemas sistémicos que tienen las mujeres en la sociedad en general.
“El problema de la igualdad de género, ese es el problema general, y en la música se aprecia más esa diferencia”, dice, y compara el problema con el que ha existido a lo largo de los años en los programas de mantenimiento de la paz de la ONU, con la falta de mujeres en las filas de los cascos azules, por ejemplo.
“La cuestión de las mujeres, la paz y la seguridad es un tema que ya ha llegado al Consejo de Seguridad, pero en realidad es un principio, ¿por qué no mujeres en la música? A través de esta problemática que es aún más extrema, podemos hablar de problemas sistémicos, representatividad, liderazgo, diferencias de sueldo, diferencias de oportunidades”, expresa.
También es necesario abordar los problemas culturales y el modelo de democracia que se ha desarrollado, donde el poder de decisión continúa estando en manos de los hombres.
Es una cosa que hay que abordar, que no solo concierne a las mujeres sino también a los hombres, concierne a todo el mundo porque hay un problema de representatividad, entonces nuestra democracia es imperfecta.
“Esa es una cosa que hay que abordar, que no solo concierne a las mujeres sino también a los hombres, concierne a todo el mundo porque hay un problema de representatividad, entonces nuestra democracia es imperfecta”, dice.
Pero ¿qué se puede hacer en la industria de la música para hacerla más justa con las mujeres? Las activistas tienen varias ideas. Una de ellas, introducir cuotas en todas las instancias.
“Hemos visto que cuando una mujer está en la junta directiva no hay diferencia, cuando hay dos mujeres quizás una apoya el punto de la otra, pero cuando hay tres ya comienzan a tener una voz bastante importante y allí ya tienen una influencia en las decisiones. Por eso hablamos del 30%, nosotras pensamos que es una cuota aceptable. Lo ideal es el 50%, pero vamos a dejar la idea para más allá y empecemos con algo”, explica Verónica.
Las cuotas también se pueden aplicar a la presencia en orquestas, en la música que se escucha en la radio, a la cantidad de mujeres que participan en festivales de música, y así.
“Otra solución de la que hemos hablado se llaman las audiciones a ciegas, eso significa que hay una cortina y una serie de plataformas en el teatro para que cuando entre una mujer no se distinga su género por la manera de caminar o si lleva tacones o no. Se hace detrás de una cortina de manera que se valore la música y la manera de tocar y no tanto el género o incluso la presencia física de la persona que está delante de ellos”, dice.
Para la diplomática, estas medidas son un “granito de arena” en una gran montaña que junto a otras activistas tienen la ambición de construir.
“Había una parte de la población callada y aceptando el statu quo, pero esas voces ya se están comenzando a escuchar”, dice.
El ejemplo de “Forte”
A pesar de que aún no se refleja fuertemente en la industria, en los últimos años se han consolidado muchas propuestas de mujeres músicas que, cansadas de quedarse fuera, han impulsado iniciativas y buscado otros escenarios. También han surgido documentales y movimientos al respecto. En uno de ellos, Lucía es la protagonista.
“Yo tuve la suerte de ser elegida para una película que se llama Forte, que quiere decir Fuerte y se trata de la vida de tres mujeres que han hecho un cambio en la música. Una de ellas es una gran violinista que se está haciendo muy famosa, que está siguiendo la ruta tradicional para llegar a lo que digamos es el top de la música clásica. La otra es también una excelente violinista que tocó para la reina de Inglaterra y estudió en una escuela para grandes talentos, pero tuvo que elegir entre seguir una carrera y tener hijos. Entonces ahí está, el eterno dilema de una mujer en el tema de la música. ¿Qué hago, o tengo los hijos o hago una familia, o tengo éxito?, y después ella redefine lo que es el éxito que no es lo mismo para todos. Y luego vengo yo, que creé la música transclásica”, explica.
Entonces ahí está, el eterno dilema de una mujer en el tema de la música. ¿Qué hago, o tengo los hijos o hago una familia, o tengo éxito?
Lucía patentó el nombre de música “transclásica”, que se basa en técnicas de la música clásica, pero mezcla elementos culturales de todo el mundo a través de diferentes instrumentos y sonidos.
“Es hora de cambiar, no solamente como mujeres, sino que en la era de la música tiene que haber un cambio ya. Cuando la gente habla de música clásica te quedas con los maestros del siglo XIX, del siglo XVIII, y ya estamos en una era distinta con una historia distinta con una nueva cultura, están pasando cosas nuevas, una de ellas es el tema de las mujeres y la necesidad de más representación”
Lucía además tuvo la oportunidad de componer la música para el documental, hecho por David Donelly y producido por Anastasia Boudanoque. En el filme también son protagonistas las violinistas Eldbjørg Hemsing de Noruega y Tatiana Berman de Rusia.
“En la película se proyecta el hecho de que yo estoy escribiendo desde la primera nota, hasta el día que grabamos con la orquesta entera, todo está dentro del documental. Esta película va a cambiar la vida de muchas mujeres en la música. Esta es la era para hacerlo”, dice.
Tanto Netta, como Jane y Lucía, han tenido que enfrentar los retos de la discriminación de género en la industria de la música, pero todas coinciden en lo mismo: también se necesita de la ayuda de los hombres para hacer un cambio.
“El tema es que los hombres se incorporen, no sólo las mujeres haciendo cosas por las mujeres, que los hombres nos ayuden y que lo sientan así, que no se sientan menos, sino que sientan que nos simplemente nos están dando un lugar, eso no es sentirse menos”, dice Lucía, poniendo como ejemplo a su propio esposo, con quien creó su Orquesta Manhattan Camerata. “Él me dijo vos dirigís la orquesta, yo me encargo de otras cosas”.
Mujeres de todo el mundo poco a poco están haciendo de la desigualdad de género en la música un problema cada vez más evidente. Algo que se ha presenciado en grandes eventos como los Premios Grammy de 2019, donde hubo una alta representación femenina y algunas artistas hablaron públicamente sobre la problemática.
En el ámbito de la música clásica y la composición para películas, la subrepresentación continúa siendo un poco más extrema, pero Lucía asegura que la unión hará la fuerza.
“Si quieren tener una familia, téngala, se llevan al niño a cuestas, van a los ensayos con los niños y les enseñan música. No es un impedimento tener una familia o hacer lo que todas las mujeres hacen; las niñas podemos hacer muchas cosas a la vez. Juntas tenemos que hacer el cambio”.