Jennifer Méndez Solano, Periodista.
Hoy parecerá un día cualquiera, un miércoles común o la dura mitad de semana, pero lo cierto es que hoy 12 de agosto celebramos el Día Internacional de la Juventud. Designado así desde 1999 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, fecha que se convirtió desde ese entonces en una celebración anual que busca promover el papel de la juventud como parte relevante en los procesos de cambio y además generar un espacio para crear conciencia sobre los desafíos y problemas a los que estos se enfrentan.
Todo esto me llevó a recordar que hace un tiempo leí un artículo que se titula ¿Cómo los millenials se convirtieron en la generación quemada? Tardé un poco en entender porque quemada, hoy lo tengo un poco más claro.
Somos los que sobreviven a un mundo que no se mueve, corre. Los que se obsesionan con ganarle al desempleo, a la crisis económica, a la presión social y a los estereotipos. A los que juzgan por no tener un hijo a los 30, una casa propia, un trabajo estable. Los que son mal vistos porque más que aspirar a una pensión quieren crear su propio modelo de negocio y no, no es forex.
Los que utilizan las redes sociales para más que selfis… y crean sus podcast y transmisiones en vivo para trabajar. Somos los que quieren salvar el planeta, o lo que queda de él…
Pero seamos sinceros, para muchos un millenial es un narcisista, egoísta, chineado, el de los filtros de Instagram o el insolente de twitter. Ah y por supuesto el vago que toma cerveza artesanal los viernes por la noche, un clásico…
Poco se habla de que son los que han tenido que atravesar crisis como la recesión del 2008, quienes cargan con el estrés de competir todos los días con su más grande reto, ellos mismos, los que han tenido que prepararse aún más académicamente porque el mercado laboral así lo exige ¿dos idiomas?,muy poco.
También los que siguen disfrutando de ver grandes logros en materia de derechos humanos, pero con ello han tenido que enfrentarse a la oposición de esos avances, a comentarios de antaño que muchas veces vienen de su misma familia.
Es por eso que si alguna vez mencionan mi nombre o cuentan mi historia quiero que sea porque me ubican como parte de esa generación, pero no con su estereotipo si no con su realidad, con la versión completa.
Además, quiero que las personas puedan contar que hice lo posible por ser feliz, por disfrutar de todo lo que el mundo me dio de acuerdo al momento en el que nací. Que saqué el mejor provecho de la tecnología, que celebré el progresismo, que me organicé para realizar cada sueño, viaje. Que me piensen como una mujer que sabía organizar su tiempo, porque cada segundo vale la pena y en medio del desorden lo olvidamos. Que en medio de todo el caos no solo busqué mi beneficio laboral, físico y social si no que lo hice con disciplina y excelencia. Pero que nunca descuidé a los que quería, que de ellos venia la fuerza para realizar mis sueños.
Y mamá tal vez no elegí casa propia, ni 4 hijos, ni tampoco maté dragones. ¡Pero si me quemé!